El espacio aledaño al Parque Tezozómoc, en el que se invertirán siete millones de pesos, busca recuperar la riqueza histórica de la zona >4
Luis Carlos Sánchez. Excélsior
Foto: Sunny Quintero
CIUDAD DE MÉXICO.
Desde 1909, en Azcapotzalco comenzaron las excavaciones arqueológicas. En ese entonces, aquella región del noroeste de la Ciudad de México estaba llena de ladrilleras y en sus terrenos podían encontrarse figurillas y otros vestigios prehispánicos. “Debido a la cercanía con el centro de la capital, para los primeros investigadores era mucho más fácil venir a excavar a Azcapotzalco que ir a Teotihuacán o hacerlo en el centro de la ciudad, donde en ese tiempo era impensable demoler un edificio”, cuenta el arqueólogo Luis Córdoba Barradas.
Pioneros de la disciplina en México, como Manuel Gamio o Alfred Tozzer, se interesaron desde entonces por ese enorme bastión arqueológico. Y si bien Azcapotzalco no puede compararse con la antigua Tenochtitlán, el especialista asegura que en esa región ha habido una ocupación continua, desde hace dos mil años, que ha sido determinante para la historia de México: “aquí existieron asentamientos ya desde el preclásico, por el año 400 antes de Cristo, en la época teotihuacana”, dice el especialista.
Esa pequeña población primigenia, que muy probablemente se asentó en terrenos del actual pueblo de San Miguel Amantla, debió ocupar alrededor de un kilómetro de tierra y, aunque no estaba concentrada, “era importante en su tiempo. Casi siempre se hace referencia en la época clásica, de los años 200 a 700, a Teotihuacán porque era una ciudad muy grande y tiene su gran importancia, pero había cientos de poblaciones en todo el Valle de México, y en Azcapotzalco hubo una muy importante”, refiere.
Córdoba, quien ha trabajado en el propio San Miguel y en los barrios chintololos de San Simón, San Lucas, San Marcos y Nextengo, asesora ahora el nuevo proyecto del Museo de Azcapotzalco, un espacio aledaño al Parque Tezozómoc en el que se invertirán siete millones de pesos y con el que se busca rescatar la riqueza arqueológica, histórica y cultural de la demarcación. Junto con el Centro de Pueblos Originarios (que se ubica a un costado), el museo abrirá en agosto próximo.
El espacio contará con dos salas, una dedicada a los orígenes de Azcapotzalco y sus más remotos vestigios, que han sido ubicados en el pleistoceno, cuando ahí habitaron mamuts y mastodontes, y otra que se ocupará de los siglos XIX y XX. El recorrido de todo el museo emula un hormiguero, en alusión al significado náhuatl de Azcapotzalco (En los montes de hormigas). A lo largo del espacio se exhibirán 388 piezas arqueológicas, procedentes de más de 20 sitios de la propia demarcación, que serán prestadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Figurillas, vasijas, incensarios y pequeños instrumentos de barro han sido seleccionadas para dar una idea de las diferentes etapas históricas de la región. Además de las piezas, el recorrido contará con proyecciones audiovisuales y representaciones a escala. El delegado Pablo Moctezuma afirma que, en 1997, el espacio que ahora ocupará el Museo de Azcapotzalco estaba destinado a un cuartel de policía. Como parte de un plan en Parque Tezozómoc, las instalaciones policiales fueron cambiadas de sitio.
En la primera gestión de Moctezuma como delegado, el espacio fue inaugurado el 13 de septiembre de 2000 por el entonces secretario de Cultura de la ciudad, Alejandro Aura. Pero el gusto duró poco, pues después le cambiaron de nombre y poco a poco quedó en el abandono, hasta que el espacio se convirtió en oficinas. Nuevamente como delegado, Moctezuma comenzó la recuperación del espacio en 2015: “es inverosímil que antes no se hubiera construido un museo aquí”, señaló e informó que, con el fin de evitar su abandono, se creará un Patronato de Notables, al que ya se ha invitado a la cronista Ángeles González Gamio y al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
SITIO CLAVE
A lo largo de la historia en Azcapotzalco se han llevado a cabo más de 70 excavaciones arqueológicas. Después de la caída de Teotihuacán, en la región se estableció una población tolteca. De acuerdo con Luis Córdoba, ese periodo de transición fue definido como epiclásico por Alfred Tozzer, después de trabajar en la zona. Otros periodos que ahora dividen la historia de Mesoamérica fueron definidos con las excavaciones en Azcapotzalco. Pero el momento de mayor relevancia prehispánica para la región chintolola llegó con el tlatoni Tezozómoc, que vivió desde alrededor del año 1340 a 1426.
Tezozómoc fue un tlatoani muy importante, llegó a dominar una gran parte del centro de México; sus hijos gobernaron en muchos de los pueblos: en Coyoacán, en Tultitlán, en Tacubaya, muchas referencias que hay sobre él en las crónicas le califican como un tirano, pero tuvo un control político muy importante; bajo el gobierno de Tezozómoc, Azcapotzalco tuvo máxima expansión y su mayor florecimiento”, explica el arqueólogo.
El linaje de Tezozómoc marcaría el rumbo de toda Mesoamérica: su padre, Acolhua, permitió a un grupo que venía de Aztlán instalarse en los islotes centrales del gran lago del valle de México, en los límites de Texcoco y Azcapotzalco. “Los dejaron en esa zona que era marginal”. Al principio los mexicas estaban sojuzgados por Azcapotzalco, pero a la muerte de Tezozómoc, se rompió el equilibrio político y las cosas cambiaron.
Uno de sus hijos, Maxtla, que gobernaba en Coyoacán “tuvo la ambición de gobernar Azcapotzalco, porque implicaba dominar un gran territorio. Maxtla viene y mata a su hermano, quien era el que gobernaba y se apodera del poder político, pero eso lo vieron mal los texcocanos y los mexicas y es cuando se forma la Triple Alianza. Así fueron derrotados todos los pueblos que dominaba Azcapotzalco y al último también la capital”. Azcapotzalco no volvería a tener el poder político que tuvo y con la llegada de los españoles, se convirtió en una encomienda que le fue entregada a Francisco de Montejo, el conquistador de Yucatán.