Por Paula Carrizosa
Marta Turok durante una conferencia impartida en Puebla en torno a los diseños, las técnicas y los materiales en los textiles y en los accesorios indígenas mexicanos ■ Foto Abraham Paredes
En la investigación del textil hay que ir del presente hacia atrás, para ver lo que existe, y luego ir hacia el pasado para evitar los huecos en el tiempo, indicó la especialista en textiles Marta Turok durante una conferencia impartida en Puebla en torno a los diseños, las técnicas y los materiales en los textiles y en los accesorios indígenas mexicanos.
En el marco de la exposición Sheila Hicks: Hilos libres. El textil y sus raíces prehispánicas, 1954–2017 que se exhibe en el Museo Amparo, la investigadora del Museo Franz Mayer hizo una revisión de los principales elementos textiles de la época colonial al presente, deteniéndose particularmente en la región sureste del país.
Indicó que en la Conquista hubo un “rechazo total a la desnudez”, sobre todo a la femenina, pues las mujeres estaban acostumbraban andar con los senos del aire, ya fuera por el clima o porque era más fácil amamantar. En dicho periodo, por tanto, la vestimenta sirvió para mantener las diferencias entre “clases sociales” novohispanas, mismas que eran dictadas por la Corona española, y recibía influencias asiáticas y europeas.
Indicó que para finales del siglo XVIII, incluso en el siglo anterior, en el XVII con Sigüenza y Góngora, ya se había sembrado una cuestión: si éramos españoles o no. “Serían los criollos los que promueven la independencia, y es ahí donde el rebozo y el zarape se vuelven elementos importante porque son el surgimiento de una identidad novohispana, de somos y no somos, y tenemos lo propio”.
Turok agregó que en estos tiempos hubo “hay una serie de acomodos”: se incluyen la lana que significó un cambio fundamental; sedas prehispánicas; hilos telas y listones que enloquecieron a las mujeres indígenas; el cáñamo: uno americano, y otro europeo; la chaquira y los abalorios que “volvió loquísimos a los americanos”.
En cuanto a tecnologías distinguió que si en Europa el “último grito de la técnica textil” se desarrolló en los siglos XII y XIII, como lo fue la rueca, en Mesoamérica fue el telar de cintura con unos mil 500 años de antigüedad. “Lo genial es que ambos todavía siguen siendo vigentes”.
Para el siglo XVIII y las castas novohispanas, la especialista del tema señaló que apareció el reboso, además de que se empezaron a comerciar listones y telas que utilizaron los diferentes grupos sociales. En ese contexto los indígenas tuvieron privilegios con el rey, y un ejemplo fue que las mujeres pudieron conservar el uso de elementos como el huipil.
“En los cuadros de castas tenemos imágenes de la indumentaria. Aparecen el zarape y las mantas. En un cuadro de Primitivo Miranda que se ubica en el Museo de Historia Castillo de Chapultepec aparece la China Poblana”, detalló Turok.
La autora del libro El Caracol púrpura: una tradición milenaria en Oaxaca agregó que, en cambio, con la desnudez del hombre hubo un rasgo particular: el cambio que tuvo el maxtlatl el cual, de ser los calzones indígenas, se convirtieron en una faja, lo que significó “una vuelta a la imposición española”.
Para el siglo XIX y entrado el XX destacó el uso de variantes del trajo de charro –original de Salamanca, España–, así como pantalones y calzones largos, el uso de indumentaria hecha con piel, el uso del zarape y las faldas de tres piezas. No obstante, mencionó que fue en este tiempo donde el “hombre perdió su indumentaria original, pues al ser el que más salía, es el primer que recibe la discriminación y el racismo: se pone pantalón y camisa para invisibilizarse”.
Aparecen también –continuó Turok– el algodón fino importado de Inglaterra para los rebozos, el uso del zarape ligado a la charrería, dado que se impulsa como un deporte nacional. “La Secretaría de Educación Pública decide que se tienen que buscar los elementos de identidad, de lo que tiene que unir. Entonces asocian al Charro y al China, alrededor del jarabe tapatío, en nombre de la unidad nacional”.
Añade que a estos personajes se suman la pareja conformada por el hombre tarasco y la mujer tehuana exótica y bella, misma que se pierde. Añadió que la más antigua referencia es de 1826 con una litografía de Claudio Linati y luego el trabajo de Miguel Covarrubias quien supo describir la evolución de los estilos en elementos como el enredo, el quechquémitl, el huipil y el propio traje de tehuana. En el caso de los accesorios, acabados y colores que podrían ser retomados por Sheila Hicks en la exposición Hilos libres, Marta Turok opinó que la artista se inspiró en colores y en formas y no tanto en la iconografía de los textiles.
Distinguió que en la exposición –que reúne 120 piezas de textil hechas en diferentes momentos de su larga carrera de más de seis décadas– hay elementos del textil chinanteco, uso de lana, transparencias, juego de colores, borlas al estilo de San Pablito Pahuatlán que tienen una parte delgada y otra gruesa, entre otros tantos elementos que Sheila Hicks aporta, como los colores más tenues y la abstracción.