Normalmente damos por sentado que en cualquier procedimiento quirúrgico, ya sea la extracción de una muela del juicio o una cirugía a corazón abierto, no sufriremos ningún dolor. Cada año, decenas de millones de pacientes en el mundo recuerdan haber sido preparados para una operación, y después nada, hasta que despiertan en la sala de recuperaciónHasta el descubrimiento del poder anestésico del óxido nitroso a mediados del siglo xix, la cirugía era un procedimiento extremo y peligroso que se usaba como última alternativa, y cuyos efectos, en el mejor de los casos, eran disminuidos con opio o alcohol.
En la actualidad, los anestesiólogos pueden elegir entre una asombrosa variedad de sustancias para separar y eliminar de forma independiente el dolor —analgesia—, la memoria —amnesia—, la movilidad y el grado de respuesta a cortes, raspaduras, perforaciones o cauterizaciones de un procedimiento quirúrgico, y de forma más importante desde el punto de vista del paciente, pueden provocar la pérdida de conciencia.
Existen dos tipos de anestesia: los agentes intravenosos, que se inyectan en el torrente sanguíneo para la rápida inducción y mantenimiento de la anestesia —como los barbitúricos, propofol y ketamina—, y los vapores o líquidos volátiles —como el isoflurano y el sevoflurano.
Cómo funciona la anestesia
Se sabe mucho acerca de la acción molecular de estas sustancias. Con la excepción de la ketamina —que se usa como droga y se le llama vitamina K o Special K—, la anestesia propicia la inhibición neuronal, ya sea al activar químicos que inhiben la sinapsis neuronal o al vincularse a las proteínas de la membrana que permiten la actividad eléctrica neuronal y, por tanto, posibilitan su habilidad de transmitir información.
Para los anestesiólogos, la técnica preferida para llevar a cabo estos estudios es la tomografía por emisión de positrones —pet por sus siglas en inglés—, en donde una pequeña cantidad de un indicador radiactivo en la sangre del paciente muestra las regiones del cerebro que son más o menos activas que las regiones vecinas, aunque consumen recursos metabólicos al mismo ritmo. Esta actividad metabólica se puede medir confiablemente usando un dispositivo pet, pero con una pobre resolución temporal —de décimas de segundo— y espacial —del tamaño de un chícharo.
La anestesia general inhibe de forma segura una de nuestras más preciosas posesiones: la experiencia consciente, y después la restaura sin ninguna consecuencia permanente.
Las imágenes pet demuestran que en esencia todos los anestésicos disminuyen el metabolismo cerebral en función de la dosis. Entre más anestesia se administre, se producirá una mayor reducción en las regiones cerebrales responsables del estado de alerta, así como en el neocórtex, y su aliado próximo que yace debajo, el tálamo.
El neocórtex es la parte de la corteza cerebral de más reciente evolución, y consiste en todas aquellas capas de neuronas que conforman la materia gris. Abarca casi toda la parte superior del cerebro y es una distinción única de los mamíferos. El tálamo es una estructura del tamaño de un huevo de codorniz localizado a la mitad del cerebro. Su función es regular todas las aportaciones del neocórtex y recibir mucha retroalimentación de él.
¿Dónde se ubica la conciencia?
Esta dramática reducción de la actividad cerebral después
de la pérdida de la conciencia no debería sorprendernos. La relación entre ésta y su órgano es muy estrecha. Sin embargo, los neurobiólogos aún intentan rastrear las huellas de la conciencia para encontrar su auténtica guarida.
¿Qué región de la corteza cerebral es indispensable para estar consciente? Dos experimentos, uno llevado a cabo en Francia y otro en Finlandia, muestran que al despertar de la anestesia, primero se activa el neocórtex y después el tálamo.
A pesar del impresionante avance científico en este asunto, gran parte de la relación cuerpo- mente continúa siendo un enigma.
Aunque la conciencia disminuye durante la anestesia, muchos otros procesos —como el grado general de excitación del cerebro, la habilidad de moverse y recordar, la experiencia de dolor y otras sensaciones— también varían y se confunden en la búsqueda de la conciencia.
Por último, así como la secuencia de operaciones al encender una computadora no es la misma que cuando se apaga, los procesos cerebrales que acompañan la recuperación de la conciencia no son idénticos a los que pasan cuando se suprime.
Encuentren este artículo en Algarabía 129. Retomado de «Safely Switching Consciousness Off and On Again», en Scientific American Mind, septiembre-octubre 2012.
Fuente:algarabia.com