En los últimos seis años ha dirigido tres largometrajes: una tragedia de venganza de bajo presupuesto filmada en Transilvania llamada Katalin Varga (2009); un thrillerpsicológico autorreferencial con guiños algiallo italiano, Berberian Sound Studio (2012); y el sensual y enigmático cuento de amor basado en una relación sadomasoquista entre dos mujeres, The Duke of Burgundy (2014).
Desde muy joven, Strickland trazó su fascinación por el cine y el sonido después de ver a los 16 años Eraserhead de David Lynch (1977); en particular, él recuerda las atmósferas sonoras creadas por Alan Splet. Deseaba convertirse en músico, pero como él mismo lo ha señalado: «No era muy hábil ni talentoso para dedicarme a ello». Y respecto al cine, el joven estaba muy decepcionado por lo costoso que era producir un filme, así que comenzó a dirigir teatro en Berkshire, su ciudad natal.
Aún contenida su ferviente convicción de incursionar en el cine, dispuso de sus ahorros y viajó a Nueva York para localizar a Nick Zedd, el cineasta underground detrás del manifiesto Cinema of Transgression, y Holly Woodlawn, una de las drag queens que trabajó con Andy Warhol para que interpretaran a un músico parecido a Elvis y a su ferviente admiradora, respectivamente, en el cortometraje Bubblegum (1996).
Las películas de Strickland están sumamente inspiradas por los ideales de los artistas radicales de décadas pasadas
Doce años después, el cineasta británico presentó su ópera prima: Katalin Vargaen el Festival de Cine de Berlín, en la Selección Oficial que incluía los trabajos de directores consagrados como Andrzej Wajda, Sally Potter, François Ozon y Lukas Moodysson. Su filme resultó premiado con el Oso de Plata por su contribución artística en el diseño sonoro y Strickland fue considerado el nuevo gran descubrimiento del cine europeo.
Referencias involucradas
La intrigante película de Strickland –que se nutre de aluciones literarias como Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievsky, y cinematográficas como Los corceles de fuego (1965), de Sergei Parajanov– destaca por la habilidad del cineasta para manejar los elementos del Cine noir en un relato de violencia y represalias, situado en la campiña de Rumania que acorrala y asfixia al espectador, pero también sobresale por su audacia para llevar a cabo el proyecto completamente fuera del radar de la subvención pública.
Sus referencias y homenajes explícitos a otros géneros han contribuido para consolidarse como un director conocedor de la historia del cine.
Tras vivir la travesía del artista autoexiliado que logra crear una obra artística en una tierra desconocida donde no conoce el idioma, Strickland plasmó parte de esa vivencia personal en su siguiente filme: Berberian Sound Studio. El filme muestra los procesos de creación del ingeniero de sonido; el uso de sandías, por ejemplo, se transforman en vísceras aplastadas creando una orgía de sonidos violentos.
La elegante poética de la naturaleza, con reminiscencias a Parajanov y Béla Tarr, en Katalin Varga, es sustituida por una densa banda sonora, efectos visuales barrocos y la metarreflexión sobre el sonido incrustado en la imagen cinematográfica que aluden a Persona (1966) de Ingmar Bergman, Outer Space (1999) de Peter Tscherkassky, y Mulholland Drive (2001) de David Lynch.
El miedo en el silencio
Strickland es un cineasta interesado en los vínculos que existen entre los espacios que representa y los sonidos que ahí se producen. Desde el correr del viento y la exploración sonora en paisajes abiertos y montañosos de los Cárpatos, hasta la claustrofobia y el encierro de un estudio de grabación y todo lo que en su interior se experimenta, el sonido se erige como el elemento clave en la obra del cineasta británico.
La gente equipara el silencio con una falta de diseño de sonido, pero eso no es cierto. Siempre se debe ser sensible al material que se está trabajando y descubrir cuáles son las necesidades de la película. Tampoco puedes sobreexponer el sonido, debe haber un equilibrio entre éste, el ruido y el silencio; en eso consiste el diseño sonoro.
Por ejemplo, en Katalin Varga, Strickland utilizó grabaciones de The Sonic Catering Band, un grupo culinario musical fundado por él mismo en compañía de sus amigos de la escuela universitaria, quienes experimentaban con los sonidos que se producían al momento de preparar diversos platillos de comida y el uso de utensilios de cocina.
En 2013, el editor Nick Fenton recurrió a Strickland para que lo acompañara en la filmación del concierto que Björk ofreció en Londres en septiembre de ese año. El resultado de aquella colaboración quedó plasmado en el documental Björk: Biophilia Live (2014). La presentación de esta cantante islandesa fue de por sí un espectáculo audiovisual deslumbrante que se benefició de aquel tratamiento cinematográfico; una mezcla de ópera vanguardista, una lección de cine de alta tecnología y un performance a gran escala.
Esta ambiciosa producción fue complementada con una puesta en escena de un arsenal de exóticas máquinas musicales y el acompañamiento del coro Gradule Nobili, conformado por 24 mujeres que ejecutaban diversas coreografías en cada uno de los temas y armonizaban vocalmente al lado de Björk.
Este cineasta británico puede adoptar modelos genéricos de estilos anteriores, pero sólo como un medio para resucitar una actitud consciente hacia la expansión del arte cinematográfico que se desplaza del entretenimiento y de la cultura popular, pero que auténticamente adquiere la etiqueta de radical.
Peter Strickland es un director dispuesto a adoptar el cine como una manifestación artística que desafía la mirada y el oído del espectador.
Como parte del ciclo Sound & Vision. Nuevas Miradas del Cine Británico, EnFilme y el British Council México presentarán The Duke of Burgundy, de Peter Strickland, ¡no se la pierdan
Algarabía