Andrea Tamayo. Algarabía
Ella siempre vivió al filo de la vida y la muerte.
Entre las enérgicas ganas de publicar sus poemas y tener una familia y su constante depresión, es considerada una de las poetas estadounidenses más importantes del siglo xx.
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Sylvia terminó su vida como la llevó durante sus treinta y un años; de manera conflictiva y volátil. Una mañana de 1963 preparó el desayuno a sus dos hijos pequeños, lo llevó a su habitación y regresó a la cocina para meter su cabeza en el horno. Murió asfixiada en un acto donde el filo de la vida cedió a la muerte.
Fue una mujer con eternas aspiraciones de grandeza. Sus inalcanzables deseos de ser perfecta y ser exitosa en los círculos literarios se oponían con los de tener una familia armoniosa; un ambiente que ella añoraba desde su infancia.
Lo que no preveía Sylvia es que usualmente la luminosidad de un poema proviene de las recónditas oscuridades de la vida, de experiencias amargas que desembocan en bellas palabras escritas.
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Albores literarios
Varios sucesos de su infancia impulsaron el tono melancólico y depresivo de su poesía. Con apenas diez años Sylvia sufrió la pérdida de su padre, un académico consagrado, que auguró lo que sería el propio final de la poeta y terminó con su vida dejando sola a su madre y a sus dos hijos.
—Hablemos de poetas y amantes necios—
Diez años después Sylvia intentó imitar a su padre. Escondida en el sótano tomó un frasco entero de pastillas con el deseo de morir en las entrañas de su casa. Pero sus gemidos la traicionaron y revelaron dónde se encontraba a la familia que llevaba dos días buscándola.
«Tenía diez años cuando te enterraron.
A los veinte intenté morir
Y regresé, regresé a ti
Pensé que hasta mis huesos volverían también.»
«Papi», Sylvia Plath
Para entonces Sylvia ya era una de las estudiantes más aplicadas de su bachillerato e incluso había publicado en algunas revistas. En 1955 obtuvo una beca para estudiar en la Universidad Cambridge de Reino Unido, lugar donde conoció a Ted Hughes, un joven y aclamado poeta de quien se enamoró sin saber que sería una de sus más grandes tragedias.
Esposa, madre y escritora
El amor de ambos escritores era pasional y conflictivo. Ella lo admiraba e idolatraba pero detestaba su fama de mujeriego y conquistador.
«Soñé que me hechizabas para llevarme a la cama,
Que me cantabas con locura, que me besabas con delirio.
(Seguramente fui yo quien te conformó en mi mente.)»
«Canción de amor de la joven loca», Sylvia Plath
Al poco tiempo ella y Ted se casaron, y en 1960 nació Frieda, su primera hija. En cinco años Sylvia pasó de ser una joven estudiante a esposa y madre. Sus deseos de continuar escribiendo comenzaron a oponerse con los de mantener a su familia unida.
Finalmente...
El matrimonio comenzó a tambalearse por los celos de Sylvia y la competencia entre los dos escritores. Después de varias peleas y de tener a su segundo hijo, los poetas se separaron.
Así comienzan los dos últimos años de Sylvia, la época más productiva de una mente creativa encerrada en ser esposa y ama de casa.
En una carta dirigida a su madre escribió: «Soy una escritora de genio; se me ha concedido el don. Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, los que me harán famosa.» Y tenía razón.
En 1960 ya había publicado El Coloso, su primera recopilación de poemas, pero antes de suicidarse escribió lo que sería su obra más reconocida, Ariel. También escribió La campana de cristal, novela semi autobiográfica que narra la vida de una joven escritora cuya personalidad es similar al de la autora.
Legado poético
«Pronto, pronto la carne
que alimentó la grave sepultura
me será familiar.
Y yo seré una mujer sonriente.
Sólo tengo treinta.
Y como el gato tengo nueve vidas que morir.»
«Señora Lázaro», Sylvia Plath
El suicidio de Sylvia la volvió leyenda. Si antes no era una autora reconocida, su obra se convirtió en el estandarte de la mujer creadora aplastada por las obligaciones del rol de la mujer y el machismo.
Antes de morir la eterna escritora dejó en la mesa de la cocina, a lado de donde estaría su cuerpo inmóvil, un compendio de poemas que posteriormente formarían Ariel. Ted tomó la tarea de editar el libro, razón por la cual fue acusado de manipular la obra de su anterior esposa.
El poeta sufrió fuertes críticas durante toda su vida pues todo parecía indicar que el suicidio de Sylvia era por su culpa. Estas acusaciones aumentaron cuando su otra pareja, la escritora Assia Wevill, con la que engañó a su entonces esposa, se suicidó de la misma manera que su rival; asfixiada por gas, pero la acción también mató a su hija de apenas cuatro años, lo que lo volvió aún más trágico.
La obra de Ted —de gran calidad— fue opacada por los suicidios de sus dos parejas. Sin embargo, él se encargó de editar la obra póstuma de Sylvia, tarea sin la cual probablemente no hubiera sido la primer poeta en recibir, incluso después de la muerte, el premio Pulitzer en 1982 por Poemas Completos.
Con casi medio siglo de fallecida, la descendencia de Sylvia sigue debatiéndose entre el filo de la vida y la muerte. El mismo niño que recibió el desayuno por parte de su madre minutos antes de suicidarse cometió la misma acción en 2009, suicidándose en Alaska, lugar donde vivía solo. Su hermana Frieda, por el contrario, se ha encargado de difundir la obra de sus padres.
«La mujer ha alcanzado la perfección.
Su cuerpo
muerto muestra la sonrisa de la realización.»
Filo, Sylvia Plath