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Cultura y Espectaculos

Premian en Rusia a joven filántropo mexicano

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 29 Marzo 2017 Visto: 2631

filantropoJuan Pablo Duch, corresponsal | La Jornada

Eduardo Cruz es el primer extranjero en ganar el galardón Juntos Podemos. El mexicano no pudo asistir a la ceremonia de premiación. Foto Juan Pablo Duch
Moscú. Sin ningún ánimo de lucro, y motivado con el único fin de proporcionar una alegría a personas que en realidad no conoce, el joyero mexicano Eduardo Cruz, residente en Zapopan, Jalisco, tiene como pasatiempo –por llamar de alguna manera ese noble gesto– comprar en las subastas internacionales condecoraciones otorgadas a soldados del ejército soviético, que ofrendaron su vida durante la Segunda Guerra Mundial, para localizar y devolverlas a sus legítimos propietarios, los descendientes del héroe caído.

Hasta ahora, con la colaboración de cerca de 40 entusiastas como él en ocho países, Cruz ha podido devolver a dos familias rusas esas reliquias que daban por perdidas, que por lo común –en los años caóticos de la transición postsoviética– salieron ilegalmente de Rusia tras ser robadas por insensibles delincuentes.

Las medallas de quienes no pueden ser identificados son enviadas como donaciones a museos de Rusia, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores de este país.

Es loable que este mexicano de 28 años tenga esa vocación por hacer el bien sin pedir nada a cambio, acaso su única recompensa sea sentir que ha hecho felices a personas que daban por perdidas las reliquias y que ahora lo consideran prácticamente como miembro de su familia.

Por ello, Cruz se hizo merecedor del premio Juntos Podemos que otorga cada año el prestigiado semanario ruso Argumenti Nediely por hechos dignos de destacar en el ámbito filantrópico.

Cruz, que es el primer extranjero en recibir ese reconocimiento, no pudo viajar a Rusia para recogerlo en persona y solicitó, en emotiva carta en la cual exponía su proyecto La Llama Eterna, cuya copia tuvo acceso La Jornada, al encargado de negocios de la embajada de México, Joaquín Pastrana, recibirlo en su nombre.

Lo fundamenta con estas palabras: “Este proyecto es un pequeño homenaje a aquellos que ofrendaron su vida, durante la Gran Guerra Patria, luchando por la causa más noble en este mundo: la liberación de la humanidad”.

Pastrana, en la ceremonia de premiación, destacó que es un honor que un mexicano sea el primer extranjero en obtener este premio, entregado para Cruz de manos de Galina Yershova, directora del Centro Mesoamericano Knorozov, y del director del semanario, Oleg Zheltov.

El premiado desde Jalisco, mediante un mensaje de video, expresó su agradecimiento y explicó, con una sola rase, sus razones para seguir con esta labor: “Es cierto que no tenemos un idioma común, pero sí tenemos los mismos intereses y valores”.

 

Mujeres en la plástica mexicana del siglo XX

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2737

mujeresplasticamexVictoria García Jolly. Algarabía

Si las mujeres que leen son peligrosas, imagina lo que son las mujeres que crean, que escriben, que pintan.
Sin embargo, su protagonismo en las artes, es escasa y poco conocida debido a factores como las condiciones sociales e históricas, culturales, educativas, ideológicas y cosmogónicas, hasta prácticas muy puntuales como la que Linda Nochlin1 sostiene: la investigación de la historia del arte ha quedado en manos «masculinas».
El caso de México no tendría por qué
 ser diferente al resto de Occidente. En concreto, nuestras artistas plásticas si bien han llegado a destacar, son poco conocidas o recordadas y menos difundidas.
—Conoce también a diez directoras de cine—
A pesar de que en pleno siglo xx la revolución feminista daba ya sus frutos y la mujer podía gozar de mayor libertad para elegir su profesión, así como alejarse por completo de la nula participación individual a la que por siglos estuvo destinada, su presencia en la creación artística significó una intromisión en el mundo masculino.
Mientras ellos eran las figuras, ellas eran las esposas.
Recordemos que en México, durante el siglo xx, las vanguardias llegaron tardíamente y muy pronto surgió el muralismo, de tal manera que mientras los hombres se trepaban en los andamios, las mujeres se dedicaban al caballete. Mientras unos buscaban en el geometrismo un medio de abstracción, algunas elegían la riqueza
 de las texturas para lograrlo.
Esta distinción de género ha planteado dos cuestionamientos puntuales: ¿qué busca plasmar la artista en su obra, cuál es su tema? y ¿hay o no un arte eminentemente femenino? Esto último significaría establecer lo que es femenino y distinguirlo de lo feminista. Además, la idea postula la existencia de un estilo distintivo y reconocible, diferente tanto en su forma y cualidades expresivas de las mujeres. Es decir, una búsqueda de la forma femenina las uniría a todas 
en el tiempo y las alejaría de las corrientes y tendencias plásticas.
Lo que nos enseña la historia del arte es lo contrario. Así se plantea un cuestionamiento más: ¿es la temática el rasgo distintivo de las mujeres en el arte?

Los expertos señalan que tampoco, esto supondría un sesgo o un prejuicio sobre lo que la mujer ve, sea dentro de sí misma o dentro de su entorno próximo, como las escenas hogareñas. En consecuencia, estaría obligada a pintar sobre la vida en casa, los dolores premenstruales o su propio cuerpo sexualizado. Mientras que pintores varones, como Vermeer, que retrató la vida doméstica, parecerían estar fuera de su campo «permitido» de acción.
La discusión prevalece, pero el sentir general demuestra que el interés por el arte es más universal y similar entre ambos géneros.
—Mujeres y hombres, ¿hablamos igual?–
Esto significa que las mujeres en el arte deben seguir buscando su protagonismo a fuerza de talento, libertad y visión, como lo hicieron las 25 artistas plásticas que conforman la selección para este artículo.
Angelina Beloff
 (1879-1969)
El crítico de arte Olivier Debroise 
dijo sobre el trabajo de Beloff: «Sus
 cuadros de pequeñas dimensiones,
 sus delicados y deslavados paisajes,
 sus ilustraciones acuareladas, los
 diminutos grabados de un moderno
 clasicismo, parecen contenidos si se
 les compara con la furia colorística, el monumentalismo de los cuadros
 de Diego que cuelgan de las mismas
 paredes en muchas casas de México». Nació en San Petesburgo, Rusia, donde estudió en la Academia Imperial de las Artes, continuó sus estudios en París. Angelina fue la primera esposa de Diego Rivera, de quien se separó en 1921. Germán y Lola Cueto la ayudaron a instalarse en suelo mexicano en 1932, donde trabajó como profesora de arte y marionetista hasta su muerte.
El pueblo, acuarela, 1910
Nahui Olin (1893-1978)
El estilo ingenuo de la pintora, poeta, ensayista y modelo María del Carmen Mondragón Valseca, nacida en la Ciudad de México, refleja el resultado de una serie de condicionantes socioeconómicas y psicográficas: adinerada quinta hija entre ocho hermanos; malcasada en 1913 con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, e impedida por su familia para divorciarse; de una belleza deslumbrante y con un carácter rebelde y apasionado, se integró a la naciente vida cultural del México posrevolucionario, no sólo como creadora, también como musa; atormentada amante del también pintor Gerardo Murillo, quien la bautizó con el nombre de Nahui Olin.
El abrazo, óleo sobre cartón, s/f.
El escritor Andrés Henestrosa, que era su amigo, dice: «Nahui era de esas personas, como Frida, que se desconocen, que no se encuentran, que no saben quiénes son, que se fotografían y se autorretratan para verse a sí mismas».
—Una guía para amar el arte–
Tina Modotti (1896-1942)
Fotógrafa, activista y luchadora social de origen italiano. Estuvo casada con el poeta Roubaix de L’Abrie Richey; su temprana viudez permitió que se instalara, de manera permanente, en la Ciudad 
de México junto con el fotógrafo Edward Weston, de quien Tina aprende el arte de la fotografía.
En 1930 es expulsada del país por haber sido acusada de conspiración.

Regresó en 1939 como asilada de la Guerra Civil Española.
 Muy pronto desarrolla un 
estilo propio, conocido por sus controversiales fotos de desnudos y por la mirada particular de México. Documentó la lucha social de los menos privilegiados en escenas y composiciones bien cuidadas.
Bandolera, maíz, hoz, plata sobre gelatina, 1927.
Rosario Cabrera (1901-1975)
Pintora nacida en la Ciudad de México, huérfana desde muy temprana edad y refugiada en el arte a partir de 1916 bajo la tutela de Herrán y Gedovius en la Academia de San Carlos. Su exploración estética abarcó un rango amplio de medios, desde pintura, dibujo, grabado en metal y madera, hasta la escultura, y géneros como el retrato y el paisaje. Un viaje a Europa, de 1924 a 1927, supuso una fuerte influencia en su trabajo exhibido individualmente en París. A principios de los años 30 sin más abandonó el arte, sólo para retomarlo poco antes de morir, en Mérida, Yucatán. Su estilo se mantuvo constante en la profunda relación entre color y línea.
Casa roja, óleo sobre tela, ca. 1926.
—Minigalería de mujeres célebres–
María Izquierdo (1902-1955)
Fue una pintora jalisciense con una larga e impactante carrera, construida en una época carente de oportunidades para la mujer. A muy temprana edad contrajo matrimonio. Pronto se divorció y comenzó sus estudios de pintura en el Ateneo Fuente de Saltillo y después en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de 1928 a 1929. Fue, entre otros cargos, jefa de la Sección de Artes Plásticas de la lear, fundadora y directora de la Casa de Artistas de América. Ingrid Zuckaer asegura que recibió influencia de Tamayo, con quien sostuvo un romance y con quien comparte una vitalidad expresiva y una sensibilidad moderna, pero mantiene su originalidad y un simbolismo bastante peculiares en cuanto a forma, color y composición.
Los caballitos pony en su camerino, óleo sobre tela, 1945.
Alice Rahon (1904-1987)
No le creo a mis ojos lo que ven, ese amarillo es volátil, sus orillas son imprecisas, no definen la forma, la forma es indeterminada, orgánica, dolorosa, onírica. Así es toda la obra de Alice Rahon, quien nació en Francia y padeció de una salud desastrosa a partir de un accidente sufrido a los 3 años de edad. Se casó primero con el pintor Wolgang Paalen y con él llegó a vivir a México en 1939, con él se integró al grupo surrealista que tomaba un auge. En 1946 se nacionalizó mexicana.
Las calles y los gatos, óleo y arena sobre cartón, 1957.
Su precaria salud la mantuvo apartada y prácticamente sin pintar desde finales de la década de 1960. Murió en un asilo de ancianos a sólo cuatro meses de haber ingresado, pues se negó a recibir alimento. Su nombre es poco conocido y su obra casi no es promovida a pesar de haber sido una figura emblemática del surrealismo mexicano.
Si quieres conocer la lista completa de estas protagonistas del arte en México consulta nuestra edición 138, especial de mujeres.

 

¡Aguas!

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2738

aguas heroLa Redacción. Algarabía

Es común utilizar esta expresión para advertir de un peligro o de un posible problema.
«¡Aguas, ahí va el golpe!», «¡aguas, no te vayas a caer!». Pero, ¿qué tiene que ver el agua con esto, si realmente el agua como tal es un «líquido vital», inofensivo e indispensable para todos los seres vivos?
El origen de esta expresión se remonta a la España de la Edad Media, cuando la gente hacía sus necesidades en bacinicas porque no existían los drenajes. En ese entonces, estos adminículos se vaciaban a la calle al grito de: ¡aguas!, para que los transeúntes no sufrieran las salpicaduras de lo que a final de cuentas, no era más que orines y excremento.
Fueron los españoles quienes introdujeron esta interjección en muchas de las colonias que fundaron en América, de modo que a partir del siglo xv hacer aguas significaba orinar, aguas menores significaba orines y aguas mayores, excremento.
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, la expresión ¡agua va! se utilizaba para avisar cuando desde alguna casa iban a echar a la calle agua o inmundicia.

Con el paso del tiempo su significado fue cambiando 
hasta llegar a tener varias connotaciones, como la que 
registra Guido Gómez de Silva 
en su «Diccionario breve de mexicanismos», ¡aguas!, significa ¡cuidado!; «¡aguas, ahí viene tu marido!», «¡aguas, te vas a pegar!».
–De dónde viene «desmadre»—
María Moliner, en su Diccionario de uso del
 español, menciona varios otros usos: Hacer aguas (menores o mayores), orinar o hacer de vientre; romper aguas, ocurrir la ruptura de la bolsa de aguas en la parturienta; sin decir agua va, sin avisar, repentinamente.
En otros países de América Latina también se utiliza esta expresión; en Cuba se usa en singular, ¡agua!, para avisar a los peatones que tengan cuidado cuando se aproxima un automóvil. En Colombia «montarle a uno el agua» es molestarlo, «me está echando el agua», me está molestando. Por otro lado, en Honduras «dar el agua a alguien» es asesinarlo, «le dieron su agüita», lo mataron.
—Ponte a prueba: Expresiones latinoamericanas—
También es usual utilizarla para solicitar ayuda, «échame aguas», vigila que nadie venga o que nadie me vea, o para indicar que hemos sido burlados o ignorados, «me quedé echando aguas», me quedé como tonto.
Es curioso observar que ¡aguas!, pese a las varias connotaciones que ha ido recogiendo, sigue manteniendo la que hace referencia a los orines, como en «cambiar el agua a las aceitunas», «voy a tirar el agua», «voy a desaguar», es decir, voy a orinar.

 

Un paseo primaveral por Xochimilco: entre flores, canales y trajineras

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2738

trajineras xochimilcMéxico Desconocido
Aprovecha la llegada de la primavera y disfruta de un día soleado en el Barrio Mágico de Xochimilco. Te damos algunas ideas para que le saques el máximo provecho a tu paseo.

La Ciudad de México es una de las metrópolis más grandes del mundo y un lugar que resguarda increíbles lugares históricos, así como paraísos que nadie jamás se hubiera imaginado que existían en medio de esta selva de asfalto. Uno de estos lugares se encuentra al sur de la ciudad y es uno de los puntos más icónicos de México, nos referimos a Xochimilco, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1987 y considerado también en la lista de los 32 Barrios Mágicos de la CDMX.

La primavera es un buen pretexto para ir y darse una vuelta por Xochimilco. Aunque ya conozcas este lugar y te hayas subido a sus trajineras o comprado flores en el mercado, vale la pena volver a visitarlo y recorrerlo con nuevos ojos. En verdad, a veces, cuando recorremos un lugar, se nos escapan ciertos detalles que en una segunda mirada podemos apreciar mejor.

Empieza tu paseo primaveral dando un recorrido por los canales de Xochimilco a bordo de una trajinera. Si vas tu solo, en pareja o en un grupo pequeño lo mejor será una trajinera compartida; los grupos más grandes pueden alquilar una completa para ir más cómodos.

Prepárate y lleva algunas bebidas, puedes comprar desde jugos hasta cervezas en el embarcadero; tú elijes. Ya con las bebidas listas, estás listo para emprender el viaje. Ya en la trajinera, puedes consumir alimentos como quesadillas, sopes, huaraches o elotes asados de las chinampas que también navegan por los canales.

Mientras bebes, comes antojitos mexicanos y disfrutas de la música de mariachis, marimbas y conjuntos norteños, tómate un tiempo y disfruta de la vista y de los alrededores. Ahí, detrás de los árboles y la maleza se encuentran las chinampas, jardines flotantes usados desde hace siglos y en los cuales hasta el día de hoy se siguen cultivando desde flores hasta alimentos como lechugas, quelites, maíz, cilantro, kale y muchos otros vegetales. De hecho, algunas de estas chinampas proveen de alimentos orgánicos a ciertos mercados (como en el mercado local) y restaurantes (como los del Grupo Los Danzantes), incluso algunos de ellos llegan hasta la central de abastos.

Aunque no es posible visitar las chinampas, pues no son puntos turísticos, aprovecha tu vista primavera y Xochimilco y en el mercado pregunta por aquellos vegetales y alimentos que hayan sido cosechados ahí; cuando los pruebes, notarás la diferencia en el sabor y la calidad de estos productos y querrás regresar cada fin de semana para surtirte de alimentos frescos y extraídos de estos campos flotantes que han estado ahí desde hace siglos.

Después de haber disfrutado de un tranquilo paseo y de revalorar esta área de la ciudad que no sólo es un punto turístico, sino un lugar vivo y activo donde se cosechan alimentos orgánicos, es momento de pisar tierra firme para seguir disfrutando del día soleado y de las múltiples opciones que Xochimilco tiene para nosotros.

La primavera la asociamos con el sol y las flores, así que una buena opción es visitar el mercado de flores, un lugar repleto de plantas y flores (el embarcadero más cercano es el de Nativitas). Cuando llegues el olor a tierra mojada hará que se despierten tus sentidos. No te vayas a casa sin llevarte alguna plata o bien, tierra fresca o abono para las que ya tienes en tu hogar.

Si la caminata te ha abierto el apetito nuevamente, tienes la oportunidad de comer algún antojo en alguno de los tantos puestos que se ubican en este mercado y que ofrecen antojitos mexicanos de todo tipo. Aquí nunca falta el señor de las nieves, así que para refrescarte no dejes de saborear desde una clásica nieve de limón hasta algunas exóticas como de aguacate.
Si quieres seguir disfrutando del aire fresco y del verdor de los árboles que rodean a este mercado, puedes dirigirte al bosque que se encuentra a muy pocos metros de ahí, un lugar paradisíaco ideal para dar una caminata, montar en caballo o ponys y organizar un picnic al aire libre.

El mejor día para visitar el mercado de flores es el sábado, pero si lo que quieres es comer una deliciosa barbacoa, entonces no dudes en ir en domingo.

Al terminar de este paseo y si aún tienes fuerzas puedes visitar otros lugares imperdibles de Xochimilco, como la Plaza de San Juan Bautista, donde se encuentra un gigantesco ahuehuete de dos mil años de antigüedad y 35 metros de diámetro. También te sugerimos ir a la Capilla de San Juan, que data del siglo XVII, la cual fue construida con restos arqueológicos prehispánicos.
¡Recuerda!
Lleva repelente para insectos y bloqueador solar.
De preferencia lleva un sombrero o gorra para cubrirte del sol.
Lleva zapatos y ropa cómoda.
¿Cómo llego?
Carretera Xochimilco–Tulyehualco, Nuevo León, Periférico Sur, Calzada México-Xochimilco.
Línea 2 del Metro hasta Taxqueña y de ahí tomar el Tren Ligero o los autobuses de las Rutas 36 u 81.

 

Los poetas de Excélsior; en el origen, una tertulia

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2738

tertuliaEste texto —leído en el coloquio Cien años de Cultura y Letras en Excélsior, en el Instituto de Investigaciones Filológicas— teje, no sin una dosis de imaginación, la vida, obra y milagros de algunos contertulios ya casi olvidados
PAVEL GRANADOS. EXCÉLSIOR
Imagen: La Tertulia Errante del artista donostiarro Detritus. Óleo sobre tela (110×185). Tomada de pinturadetritus.blogspot.mx/
CIUDAD DE MÉXICO.

¿Hacían tertulias? Hacían tertulias. Esos fantasmas esperaban su turno, en la cantina, en la redacción, para levantarse y tomar entre sus manos su pequeña hoja de papel. ¿Que cómo leían? Había de todo, pero nadie se atrevía a levantar mucho la voz para no incomodar a don Salvador Díaz Mirón, único con derecho a cimbrar las calles. En general preferían el medio tono, con excepción del vate Frías, que leía pomposamente sus versos, y de Miguel Othón Robledo, cuya voz parecía venir de ultratumba. Ramón López Velarde leía con mucha lentitud, como saboreando los versos, los cuales se escuchaban con gran deleite. Llevaba entre su ropa hojitas con poemas empezados, todos a lápiz. Tenía el ritmo, pero a veces faltaban las palabras, así que sólo dejaba los espacios para ponerla una vez que la encontrara. Eran tan codiciados que, cuando murió, no nos hicimos a la idea de que se habían terminado sus poemas. ¿De veras no habrá nunca más un poema suyo? Buscamos entre todos los amigos, en todas las redacciones, hasta en el bolsillo de su pantalón, y ahí apareció uno más, El sueño de los guantes negros.
Desafortunadamente le faltaban palabras. Un enigma más. De cualquier manera, todos eran dados a los enigmas, a dejar una sensación de inquietud una vez que el último verso se terminaba de leer. Silencio que era seguido por una carcajada o por el ruido de las copas. Había otra inquietud a la hora de escuchar leer a López Velarde. El máximo poeta entonces era Enrique González Martínez, y aplaudir a Ramón era como desconocer los designios de los grandes escritores, de los que decidían todo desde sus cenáculos. ¿Cómo es que en estas cantinas iba a nacer el futuro gran poeta de México?

El gran poeta tiene que estar entre los eruditos del Ateneo de la Juventud. Y no entre estos contertulios de la muerte, que se balancean como los colgados, estrangulados por sus propias corbatas, con chispa de malignidad en sus ojos. Mucho menos, provincianos nostálgicos, que en cualquier momento toman sus cosas y se regresan a su pueblo.

Murió Jesús E. Valenzuela, el mecenas de los modernistas, y sus protegidos ya lo acompañaron o se encuentran lejos. Amado Nervo, en España; José Juan Tablada en Estados Unidos; Díaz Mirón ha de estar en la cárcel o en Veracruz, no recuerdo. Rubén M. Campos, que fue el cronista de esa vida anda en Milán, como diplomático; Luis G. Urbina vive en España, pero manda sus crónicas. La única manera digna de dejar la bohemia y el decadentismo es con un cargo diplomático.

De otro modo, lo mejor es seguir en esta vida y no abandonarla por algún motivo burgués como el matrimonio. De hecho, eso ocurrió cuando el poeta Jesús Villalpando anunció que se alejaría de la bohemia porque se iba a casar. Entonces, el poeta de Tequila, Miguel Othón Robledo, respondió furioso: “Mis debilidades las defiendo con mi leyenda de honor y de hidalguía; mis pequeñeces, suplico que se me toleren, a condición de perdonar las de los demás. Eso es todo. Soy bohemio y nunca, en un artículo cobarde, me habré de despedir de la bohemia.”

Porque... ¿hubo bohemia? Quizá haya más un deseo de encontrarlos que auténticos bohemios. Aunque es casi seguro que debieron de rondar por las calles de la Ciudad de México. Bohemios de verdad, quiero decir. Y no todos aquellos que se dicen bohemios porque cantan en las cantinas. Bohemios como en las novelas del siglo XIX, que vivían en buhardillas y que tomaban su modo de vida como una fe. Aquellos que iban por las cantinas como el nombre de Homero iba por los pueblos de Grecia. Los que se acabaron, decía Renato Leduc, porque se comenzó a popularizar el uso del jabón. Bohemios, aquellos artistas pobres que vivían con modales de ricos, porque se sentían la aristocracia de las ciudades. Se identificaban con los obreros en su pobreza, pero nunca, como dijo Marx, tuvieron un programa social para combatir ninguna desigualdad. Por el contrario, su existencia dependía de... pues no sé bien de qué. Era un misterio saber dónde cobraban, quién patrocinaba todos esos vasos de ajenjo, vino, charanda y pulque. “Les recitaré mi última lucubración”, dijo un día el vate Juan Gualberto Herrera, y comenzó: “Esclava, tráeme vino de Lesbos...” Miguel Othón Robledo lo interrumpió: “Don Juan, ¿para qué quiere usted vino de Lesbos habiendo tan buen pulque en La Villa”.

En efecto, escribe Renato Leduc, “el eximio vate Juan Gualberto vivía con mujer, suegra y numerosa prole, en la Villa de Guadalupe, en donde además de eximio vate era escribiente de policía”. Bueno, pero ya hemos hablado mucho, dime si tienes algún poema ya hecho, algo sobre la inutilidad de la vida, sobre los esclavos griegos o sobre alguna catedral medieval, aunque nunca la hayas visto. ¿A ver? Sí, así está bueno. Ve a Excélsior, pregunta por don José de Jesús Núñez y Domínguez, él se encarga de la página literaria, se jacta de ser el impulsor de López Velarde, pero no creemos que lo entienda mucho. De hecho, cuando el poeta zacatecano comenzó a buscar nuevos modos para expresarse, Núñez y Domínguez —en la redacción le dicen Nuñínguez, para abreviar—, se espantó y le pidió que volviera a su acostumbrada provincia. Bueno, si quieres puedes ir también a El Universal Ilustrado, ahí el que lleva la página literaria, en abierta pugna con Núñez es don Rafael Heliodoro Valle. Pero creo que él es todavía peor poeta que Núñez. Ellos dos hacen que los poetas histriónicos de estas cantinas tengan siempre un poema comenzado y son los culpables de que se ciernan sobre nosotros con sus obras como una venganza. Mira, éstos son del vate Frías: “Cuando violé hipostilos del misterio / la esfinge ciega me tendió su garra, / oí todos los psalmos del psalterio / mirando a Eva sin hoja de parra.” No es necesario que los entiendas, sino que vibren en ti.

De hecho Nuñínguez no los entiende, sólo se pone una mano en la frente y aparta los versos de sí, como para no contaminarse: “Está bien, Vate, usted gana. Se publican”, pero secretamente quiere que todos escriban como Ramón, de la provincia, de novias ambiguas. Le gustan mucho más los poemas de Enrique Fernández Ledesma, el amigo de López Velarde, y se los publica gustoso: “Cierro los ojos, estos ojos ávidos / de ti, y en la penumbra deleitosa / que defienden mis párpados, / se arraiga tu visión... ¡Oh, sombra lírica, / enlutada gentil, próvido vaso / espiritual que llevas mis ensueños / como un haz de destellos en tus manos!” Rafael López, que también está en la redacción, le ha escrito un poema a una mesera: “Y ofrece, bíblica, en los rollos / de sus dos brazos reposteros, / platos y golosinas criollos / trascendentales o someros.” Pero en El Universal está Rafael Heliodoro Valle, que es peor. Él hace años enamoró a la hija de Juan de Dios Peza, nada más para hacerse notar entre los literatos. Sus poemas son malísimos, pero hay que quedar bien con él, pues ese diario también mantiene a muchos poetas. Un día, Valle le mandó a Antonio Caso uno de sus libros de versos, Ánfora sedienta. No recuerdo yo otra carta mejor que esa con la que Caso respondió, para evitar leer los poemas de Valle: “Muy querido amigo: He recibido de usted la gran bondad de su libro Ánfora sedienta, cuyo solo título produce un invencible y angustioso deseo de lectura. Pocos nombres de libros de versos habrá más inspirados que éste; y como sé a priori que el texto ha de corresponder a la inspiración del rótulo, van a usted de antemano mis plácemes por su labor y la nueva protesta de la vieja y cordial estimación que le tengo.” Ojalá todos tuviéramos ese conocimiento a priori como el maestro Caso, para no leer los libros que nos obsequian.

Si llegas a la redacción de Excélsior verás a los poetas consagrados, a los periodistas que llegan a dejar sus crónicas. Verás pasar a don Manuel Puga y Acal, paseando a sus dálmatas por la calle, el antiguo crítico feroz de poesía y hoy escribe “De mi vida literaria y política”, en que cuenta sus recuerdos de su juventud en Francia, donde decía que había conocido nada menos que a
Rimbaud. Ya nadie le teme, pero hace unos años, cuando firmaba con el nombre de Brummel y hacía crítica literaria, terminó con el prestigio de Juan de Dios Peza. Peza, que estaba furioso, fue a un homenaje a Benito Juárez, en el panteón de San Fernando y leyó un discurso en donde decía: “Don Benito, mis enemigos son unos gusanos que están royendo mi pedestal”, a lo que Brummel contestó: “Pues sólo que su pedestal fuera de queso...”.

En la misma calle verás que se encontraron otros fantasmas, Victoriano Salado Álvarez y el decano de los periodistas, Manuel Caballero, el inventor de la nota roja (cuando asesinaron a Ramón Corona, gobernador de Jalisco, Caballero ideó que el diario del día siguiente apareciera con una mancha roja en la portada), quien instituyó en México la primera plana (anteriormente, los diarios acomodaban las notas en el orden en que llegaban al teletipo, pero él decidió que poner la noticia más importante en letras grandes, por encima de las demás). “¿Me querrán publicar en Excélsior, don Victoriano? ¿Qué tal mis versos?” “Nunca le propondré esas cosas a Alducin en nombre de Manuel Caballero.

Una serie de reportazgos escandalosos, sensacionales, mastodónticos, apocalípticos, lo recibiría el diario con gusto: versos, nunca.” “Ya no puedo” “¿Y unas memorias de las cosas que ha visto, de las gentes que ha tratado, de las intimidades de presidentes, arzobispos, ministros, revolucionarios, financieros? ¿Y una descripción del medio literario de México y de sus variaciones en cuarenta años? ¿Y sus lances de amor y fortuna?” “No puedo, I am a sinful creature, y no quiero develar las cosas que he visto y que han ocurrido.” “Si todos somos grandes pecadores...” “Yo soy un pecador cansado de pecar... y de la vida pecadora. Tengo pesada la mano. He olvidado mi oficio.” Finalmente, puedes entrar a la redacción. Ya no está en la esquina de Rosales y Colón, sino en Bucareli 17. La historia de su nombre quizá la sabes, tiene mucho que ver con la poesía. Rafael Alducin, su fundador, un joven poblano que nació en 1889, iba conduciendo por la calle de Plateros un automóvil que le regló su padre, cuando vio a pelearse a dos jóvenes por una llanta vieja que estaba abandonada a la mitad de la calle. Se bajó de su coche para impedir que la pelea continuara, pero una vez que regresó a su coche, siguió pensando en la llanta.

Lo extraño era que no podía dejar de pensar en ella, hasta que se preguntó cuánto es que podía costar. Así que preguntó entre sus amigos quién tenía llantas que no utilizaran. Alducin, como uno de los pocos poseedores de un auto, se había hecho de amigos conductores. Vio que tenía en su bolsa dieciocho pesos, y decidió probar suerte y comprar llantas viejas. Luego de quince días reunió una tonelada, escribió a la Compañía Hulera de Estados Unidos para ofrecer su mercancía, y a los pocos días recibió en pago un cheque de mil dólares como pago. Con ese dinero, Alducin compró la revista El Automóvil en México, y más adelante, gracias a que organizaba carreras de autos en Chapultepec, juntó cinco mil pesos para comprar, en 1916, un semanario, Revista de Revistas, que era propiedad de Raúl Mille.

No hay que olvidar que Alducin tenía entonces 26 años. Una de las influencias en su vida fue José de Jesús Núñez y Domínguez, a quien había conocido en la Preparatoria en Puebla. Se dice que fue por consejo suyo que decidió fundar un nuevo periódico. Ya se sabe que la primera plana del número uno de Excélsior anunció la caída del zar: “Vientos republicanos soplan sobre el imperio moscovita. El Gzar Nicolás fue arrestado en el Palacio de la Duma y la Emperatriz fue Deportada a
Kieff”. También se sabe que el primer día, el periódico salió hasta las ocho de la mañana porque hubo dos inconvenientes: porque no llegaban los cables del corresponsal en Nueva York, Rodrigo de Llano, y porque la vieja rotativa se descompuso mientras imprimía. Cuando el cajero Alberto González abrió el expendio, ya casi no había papeleros esperando, así que Alducin le pidió a sus colaboradores que tomaran sus coches y salieran a la calle: “Vayan a repartirlo por toda la ciudad”. La verdad era que durante los primeros días no alcanzaba para pagar la nómina, pero Alducin no lo dijo y pidió un préstamo al padre de Núñez y Domínguez, con lo que pagaron las tres primeras semanas.

Lo que no se sabe mucho es que desde meses antes se trabajaba en la redacción de Revista de Revistas para crear el nuevo periódico. Por cierto, Revista de Revistas se llamaba así porque era una revista hecha de revistas: los redactores leían las publicaciones internacionales a que estaban suscritos y con los recortes de todas ellas formaban la suya cada semana. Durante una tertulia, un sábado, Alducin les pidió a los redactores que propusieran el nombre para el nuevo diario. Ese día estaban varios poetas: el padre Federico Escobedo, José D. Frías, Martín Gómez Palacio. Rafael López, Ramón López Velarde, Núñez y Domínguez y Xavier Sorondo, y dos historiadores: Ignacio B. del Castillo, Nicolás Rangel y Alfonso Toro. Excélsior, que fue el nombre propuesto por Núñez y Domínguez, proviene de un poema de Longfellow, en que un joven pretende ascender una montaña. Todo mundo pretende detenerlo —una mujer, un monje, la gente del pueblo, la experiencia—, pero él continúa: “Las sombras de la noche iban cayendo / cuando un joven gallardo iba subiendo / por un paso difícil la montaña; / en sus manos flameaba una bandera / en la que había esta leyenda extraña: / ¡Excélsior!” Excélsior significa: “lo más alto”, lo que es un poco raro si se ve que entre los colaboradores están todos estos poetas que pululan en las cantinas de la Mariscala, Medinas, Santa María la Redonda y de la Plaza Dos de Abril. En el Palacio de la Nunciatura, que así le dicen a una tétrica y paupérrima casa sobre la calle de Bucareli, hacen sus reuniones nocturnas dos poetas colombianos: Porfirio Barba Jacob y Leopoldo de la Rosa.

En las noches aparecen los espíritus y los poetas y sus invitados entran en éxtasis, alucinan y gritan poseídos por los espíritus. El día en que López Velarde llegó a una de esas reuniones, prefirió salirse un poco asustado. Las crónicas de Barba Jacob que aparecían en una gaceta de nota roja espantaban asimismo a los lectores, que no se imaginaban que el catalizador de esas sesiones en que participaban los espíritus era la marihuana. Pero los lectores de Excélsior podían seguir la amistad entre esos dos poetas gracias a los reportajes que narraban su vida. Acostumbraban robarse los versos entre ellos, bueno: fundamentalmente, Barba Jacob le robaba sus versos a Leopoldo. Este último llegó a Excélsior con una carta en que lo acusaba de plagio: no sólo de una infinidad de versos sueltos, sino de haberle copiado un poema titulado La sed, y hasta una dedicatoria. Cuando leyó la carta, Barba Jacob le dijo a Leopoldo: “Pues por lo menos así alguien va a leer tus versos.” Y eso que Porfirio le había conseguido un trabajo a su amigo, cuando Vasconcelos llegó a la SEP. Le dijo: “Déle un empleo a mi amigo Leopoldo de la Rosa”, y el secretario, después de pensar un rato, lo mandó llamar, y le dijo: “Mire, Leopoldo, aquí en la Secretaría hay un reloj de pie que siempre está detenido. Usted va a ser el encargado de darle cuerda”.

Pero pasaron los días y el reloj estaba detenido como siempre. Cuando el secretario le reclamó, Leopoldo le dijo: “Es que yo estimo que los seis pesos que me pagan son muy poco para que yo le dé cuerda”. Esa fue la única vez en que Leopoldo de la Rosa estuvo cerca de trabajar. De hecho, no tenía a veces para comer. En una ocasión se quiso suicidar y, extrañamente, se dio un balazo en las tripas. Por suerte sobrevivió, la herida no se infectó, porque Leopoldo llevaba varios días sin comer y sus intestinos estaban limpios. Ya muerto Barba Jacob, una comisión de colombianos vino a México para llevarse a su país los restos del poeta. Leopoldo, que malvivía aún, debió de haberse puesto furioso al leer la crónica de Salvador Novo: “Señores colombianos: ¿por qué no, aprovechando el viaje, se llevan también los restos de Leopoldo de la Rosa?” Nunca se reconciliaron; atrás quedó esa noche de 1907 en que se conocieron en Barranquilla, bajo las estrellas, en que Leopoldo miraba el cielo, y dijo extasiado: “¡Qué grande es el universo!” Y Barba Jacob contestó: “Ni tanto ni tanto”.

Y ese borrachín que va por la calle, Manuel de la Parra, el famoso Parrita, si corres a saludarlo y darle un abrazo, sentirás que entre la ropa lleva escondido un libro que se robó de la biblioteca donde trabaja. Va a visitar mucho a Núñez y Domínguez para que le publiquen sus poemas, aunque escribe poquito. Camina lentamente y a José Juan Tablada, cuando lo ve, se le figura uno de los enanitos de Blanca Nieves. De pronto desaparece, un día lo vieron vender allá por la plaza de Santa María la Ribera... ¡bombones! Sus alumnos de la secundaria, aprovechando que se ha quedado ciego, gritan y gritan y no lo dejan dar clase. El día en que Núñez y Domínguez le pidió que escribiera para Excélsior, quedó helado... “¿Pero de qué tema escribo?”, preguntó. “Pues de lo que sea. Si quieres, háblanos de tu bastón”. Y Parrita nada más escribió una crónica de su bastón y se retiró del periodismo. Estaba más a gusto entre sus poemas compuestos a princesas de otro siglo, pues creía en la metempsicosis, y pensaba que seguía enamorado de una reina que diez siglos antes lo miró, en otra encarnación. Él convenció a López Velarde de irse a seguir a Carranza cuando salió de la ciudad.

Ramón llegó puntual a la estación del tren en Buenavista, pero Parrita se quedó dormido, y por esa causa no siguieron al Presidente hasta la emboscada en que murió. Mira sus poemas, no son tan buenos: “Esta noche es de augurios halagüeños. / Hay nieve en el camino y hace frío; / pero abrígate, vamos, amor mío, / ven conmigo al país de los ensueños.” ¿Creerás que ninguno de esos bohemios ha recibido un honor como él? A Parrita, hecho menos por todos sus amigos, lo tradujo al inglés Samuel Beckett. La historia es que Jaime Torres Bodet le pidió a Octavio Paz una antología de poesía mexicana, y Beckett fue contratado para hacer la traducción. Curiosamente, entre ellos se encuentra un poema de Parrita, menospreciado por sus amigos.

Cercano a Excélsior estuvo también “el último de los bohemios”, Miguel Othón Robledo, con su melena muerta y sus dientes negros, con esa risa burlona y temible. Quién sabe si se cruzó alguna vez con López Velarde. Me imagino que a este último no le era interesante su silueta de cadáver andante y su fealdad ofensiva. No hay retratos de él, me gustaría mostrar uno, pero quizá entre tantos papeles exista alguno. Quién sabe si López Velarde lo haya conocido, decía. Se hubiera sorprendido (u ofendido) de que en el fondo eran tan parecidos. Los dos se enamoraron de mujeres diez años mayores, pero el vate Othón Robledo, cuando supo que su amada se iba a casar, la fue a buscar para pedirle que no lo hiciera. Pero como ella se casó, él decidió perderse, perderse en las cantinas del centro, hacerle honor a su tierra: se alimentaba de tequila y sólo comía de los pepinos que le ponían junto a su vasito. Aunque le encantaba su “leche de tigre”, un coctel que él inventó y que consiste en ajenjo rebajado con catalán. Una vez se subió a dormir a un árbol, pero un gendarme le gritó: “¡Hey, qué hace usted ahí, bájese!” Pero el vate le contestó con voz cavernosa: “Yo... soy un enorme pájaro que vela cabizbajo, / si quiere, volaré a otro árbol pero no me bajo”. El policía huyó aterrado corriendo por la plaza de San Fernando.

Por ahí quedan sus papeles: “Cuando vayas al huerto y ahí te escondas / para pensar en mi alma, medita y reza; / y oirás el mismo arrullo de aquellas frondas / que ocultaron tus sueños y mi tristeza.” López Velarde murió de neumonía, la que le dio por quedarse platicando con Alejandro Quijano en la madrugada de Montainge, dando vueltas por la avenida Jalisco. A Manuel de la Parra lo llevaba un lazarillo hasta la Secundaria número uno, de la calle de Corregidora a dar sus clases, fue la última vez que lo vi. El vate Frías, al que le encantaba hacer el índice de sus obras completas en las servilletas de los restaurantes, con libros que nunca iba a escribir, ése murió también. Sus amigos decidieron internarlo en La Castañeda para curarlo de su alcoholismo. Pero el vate se puso tan nervioso que se cayó de espaldas, se pegó en la base del cráneo y murió. Su casera, la que le rentaba un cuartito en la calle de Querétaro, decidió tirar a la basura la maletita con sus poemas y sus bosquejos de obras. Era un poeta que viajó por Europa y desde allá mandaba sus crónicas al diario. Se decía a sí mismo “el nómade alucinado” y pensaba que sus empleos en el gobierno eran becas para escribir sus poemas. A todos ellos imagínalos con su traje negro, como de luto, con sus capas o sus bastones, pero, especialmente, llenos de libros y hojas sueltas. ¿Y el vate Othón Robledo? Ya llevaba mucho tiempo muriendo. En una ocasión, le dijo a sus amigos: “Vayan a Excélsior, y digan que ya me morí y pidan una cooperación para mi velorio”. Con lo que recibieron, Othón y sus amigos agarraron una larga parranda.

Una tarde de febrero de 1922, cuando el dolor era insoportable —tenía cáncer en la mandíbula—, terminó de beber su tequila, en una cantina de la Plaza Dos de Abril, y se dirigió por su propio pie al Hospital General. Llegó nada más a morir. Estaban por llevarlo a la fosa común, cuando el doctor Cayetano Andrade lo reconoció. “¡El vate Othón Robledo no puede ir a la fosa común!”, y mandó llamar a sus amigos. Como era pleno carnaval, todos, bohemios, poetas, oficinistas y prostitutas, llegaron a velarlo disfrazados de colombinas, pierrots, arlequines y reyes. Excélsior financió las existencias de esos poetas tan entrañables como olvidados.

 

George Steiner; ¿El último europeo?

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2724

europeoEl autor de Después de Babel manifiesta en sus libros la voluntad de ser un europeo y, por extensión, el miembro (expositor, difusor y defensor) de una civilización. Publicamos un fragmento de este ensayo de Torres Fierro
DANUBIO TORRES FIERRO. EXCÉLSIOR

Foto: W. M. Logan. British Council. Tomada de literature.britishcouncil.org
CIUDAD DE MÉXICO.
Algunos años atrás, en la Ciudad de México, George Steiner dictó una serie de conferencias, entre ellas una en la sala del Palacio de Bellas Artes, colmada de un público entusiasta. Steiner (menudo, con el brazo izquierdo lisiado, a medias sonriente) estaba hospedado en el hotel Camino Real, edificio imaginado por Ricardo Legorreta. Una tarde, con un amigo común, salimos a caminar con Steiner por los alrededores. Ya en la calle, en una esquina próxima, él de repente se entreparó y comentó: “Me siento como en mi casa”. La razón de ese reconocimiento inopinado era que había leído las placas con los nombres de las calles y descubierto que se llamaban Leibniz, Shakespeare, Kepler, Hegel, Schiller. Esos apellidos, y lo que significaban e irradiaban, configuraban, en efecto, la casa matriz de Steiner, y verlos allí era encontrarse con un sentido de pertenencia y una patria compartida. Algo similar a dar un paseo por el Barrio Latino de París, con sus reverberaciones prestigiosas. “Existe –escribió Steiner en La idea de Europa– una relación esencial entre la humanidad europea y su paisaje”; y, para explicar la sentencia, añade que “las calles, las plazas recorridas a pie por los hombres, mujeres y niños europeos llevan, centenas de veces, nombres de estadistas, militares, poetas, artistas, compositores, científicos y filósofos”. De ahí, entonces, su admiración al toparse ahora con ese mismo paisaje.

La anécdota mexicana es reveladora. Steiner representa en el mundo cultural, y con una trayectoria que arranca en las décadas siguientes a la posguerra mundial, una de las figuras intelectuales con mayor prestigio. Cancelado el ciclo de la influencia francesa en el universo de las ideas (de Claude Lévi-Strauss a Michel Foucault y de Roland Barthes a Jacques Derrida) y reducido el círculo de los literatos italianos (de Mario Praz a Claudio Magris y de Giorgio Agamben a Umberto Eco), Steiner asegura la continuidad de la tradición crítica anglosajona que, en el arco de la historia literaria contemporánea, abarca de Mathew Arnold y T. S. Eliot a Edmund Wilson y Lionel Trilling. Desde ahí ha sobrevivido a la moda y las novelerías, sin rendirse a las seducciones del oportunismo literario o a los reclamos del aquí y ahora de la coyuntura política y social. Se muestra como algo más, que el episodio mexicano subraya: manifiesta, en sus libros, la voluntad deliberada, afirmativa, de ser un europeo y, por extensión, el miembro (expositor, difusor y defensor) de una civilización.

• La idea de Europa es, en este sentido, explícita: “paisaje humanizado por pies y manos”, Europa “es el lugar donde el jardín de Goethe es casi colindante con Buchenwald, donde la casa de Corneille es contigua a la plaza en la que Juana de Arco fue horriblemente ejecutada”; más, y con acento más dramático: “un europeo culto queda atrapado en la telaraña de un in memoriam a la vez luminoso y asfixiante”. A la vez con terror y con melancolía, la pregunta que aquí se impone es si, a la vista de lo que ha venido ocurriendo en tierras europeas en fechas recientísimas, esos rasgos diferenciadores se conservan o, con menor apremio sicológico si se quiere, ya están expuestos al olvido. ¿Será Steiner el último en traerlos a cuenta? ¿Tenía razón cuando, al hablar sobre los rumbos actuales de la educación, arguyó que “estamos matando los sueños de nuestros hijos”? Passons... Recordemos que, nacido en París, Steiner hizo carrera en EU y, después, regresó al viejo continente para allí residir hasta ahora. Dicho lo anterior, es necesaria una aclaración: la definición que mejor cabe a Steiner es la de ser —acaso porque es un europeo militante— un cosmopolita —un transterritorial, o un extraterritorial, como lo apunta un libro suyo, precisamente titulado Extraterritorial en la versión española hecha por Barral Editores en 1972—. Políglota (su Después de Babel ensaya la historia de la traducción como actividad que excede a la mera dimensión de una geografía determinada o a la ambición de un imperio específico), su curiosidad intelectual es enorme y su eje articulador es doble; es, por su herencia cultural, un hombre de la civilización occidental y, por su ascendencia ancestral, un judío. Sus ciudades capitales son Atenas/Roma y Jerusalén. “Ser europeo —escribe— es tratar de negociar, moral, intelectual y existencialmente los ideales y aseveraciones rivales, la praxis de la ciudad de Sócrates y de la de Isaías”. Es una pertenencia que, como se verá, reverbera en su universo de ideas.

• En Los libros que nunca he escrito hay un ensayo, “Sión”, que aclara el vínculo entre lo latino y lo judío, entre el universalismo y la tribu. Erizada de prismas superpuestos y de contradicciones combinadas, esa ligazón es uno de sus motivos recurrentes. Él es consciente de esta marca suya, la acepta y asume. Celoso de su vida privada, a la que mantiene fuera del escrutinio público (hay una rara excepción en el ensayo Los idiomas de Eros, donde se relata un encuentro sexual, presumiblemente personal, que da pie a curiosas elucubraciones de carácter erótico motivadas por el empleo de las lenguas), muestra en cambio su voz y su firma en todo cuanto escribe, refrendando sin temblor sus pareceres. Así lo hace —importa observarlo— negándose a someterse a las presiones de la liza política más inmediata o a aventurarse en opiniones lastradas por el calendario ideológico. Para él existen “discrepancias intrínsecas entre la democracia y las excelencias de la vida intelectual” —y así lo afirma en un texto titulado Petición de principios, un modelo de argumentación cuidadosa y congruente sobre una cuestión tan vidriosa–.

En inglés, la palabra scholar designa a un erudito especializado. En francés, la expresión homme de lettres se refiere a quien abarca distintas disciplinas que se organizan en torno a la actividad del espíritu. A una y otra pertenece Steiner. A una y otra ha enaltecido: es un modelo del rigor que debe aplicarse a lo que se conoce como literatura comparada. Que esta enumeración de singularidades no propicie una imagen parcial o equivocada de Steiner. No es un sabihondo ni un retórico. Es, sin duda, un integrante de lo que se conoce (¿habrá que escribir se conocía, en un momento como éste, en el que todo está puesto en cuarentena?) como la República de las Letras y, en especial, un crítico de las ideas literarias y culturales que de forma deliberada, en una etapa de su desarrollo, decidió descender al llano. De ahí que primero, en los años 50, integrara la redacción de The Economist y más tarde, entre 1967 y 1997, escribiera críticas y reseñas para The New Yorker. Ambas revistas comparten, más allá de sus diferencias, una característica: se dirigen a un lector más o menos atento, de mirada curiosa, que es capaz de reconocer sobreentendidos y guiños, y con el que se comulga mediante un pacto reconocible. Entre los periodistas de The Economist (referencia del mundo político con inclinaciones liberales) y entre los de The New Yorker (que es la cartografía de una urbe cuya piedra de toque es el nervio global) actúa una aspiración similar: oxigenar mediante el análisis la circunstancia del presente, esclarecer la evolución y la dinámica de las ideas que conforman un determinado clima histórico y social y escribir intentando ser, de modo fuerte, de su propio tiempo. Estos son los trazos que articulan y dominan a Tigres no espellho e outros textos da revista The New Yorker (cuyo título original es Steiner at The New Yorker) y que llegó a Brasil después de haber sido vertido al español por el Fondo de Cultura Económica de México. Es en estas páginas que asoma una figura más de su persona, figura de la que el libro es ilustración puntual: la del crítico que entrega las cartas que circulan entre un autor y sus lectores, que agita las aguas entre uno y otros y que acaba por convertirse en el Secretario de Actas de la República de las Letras. Es el retrato de alguien que se quiere intérprete e intermediario. Y algo más, que contribuye a definir un papel a la vez ingrato y estimulante: aparece la traza de un crítico que con frecuencia recibe las bofetadas por sus pareceres y la traza, a la vez, de un crítico que ejerce, desde sus tribunas, una abultada dosis de poder. En este sentido, vale la pena recordar un dato revelador. En Joseph Anton, las memorias (cínicas, en el sentido menos peyorativo de la palabra que pueda imaginarse) de Salman Rushdie, Steiner, a quien nunca gustaron las novelas del escritor sobre el que pesó una condena a muerte por una irascible sentencia iraní, es mencionado dos veces y en ambas es tratado con burlona condescendencia. El desencuentro era previsible: si Steiner representa la continuidad de una tradición rotunda, Rushdie representa una radicalidad relativista con acento posmoderno.

 

La Casa del Lago será la sede de Poesía en Voz Alta

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2642

encuetrodel 29 de marzo al 2 de abril
Plantea encuentro que la voz del poeta sea un llamado a la cordura
Participarán Natalia Toledo, Mardonio Carballo, Thurston Moore y Anne Waldman
Además de talleres y conferencias habrá un ciclo de cine cuya selección es del festival Zebra, de Berlín
Thurston Moore, fundador de la mítica banda neoyorquina Sonic Youth, en una foto tomada de su Facebook, y Anne Waldman, poeta estadunidense, quien ha colaborado con Bod Dylan y Allen Ginsberg, y que aparece en la imagen (de su página web) al pie de la lápida de William Burroughs
Carlos Paul. Periódico La Jornada
Thurston Moore, fundador de la mítica banda neoyorquina Sonic Youth; Anne Waldman, poeta estadunidense que colaboró con Bod Dylan y Allen Ginsberg; Natalia Toledo; Coral Bracho; Mardonio Carballo; Joy Harjo; Eva Prinz; Tracie Morris; Dani Orviz; Eleni Sikelianos; Caroline Bergvall; Feliciano Carrasco Regalado; Guillermo Gómez-Peña; el Colectivo AA&A, y las agrupaciones Juan Stiven Guaskila (Colombia) y Cantores del Son (Tepetzintla, Veracruz, son algunos de los invitados al Festival de Poesía en Voz Alta.17, que se realizará en la Casa del Lago Juan José Arreola, de la Universidad Nacional Autónoma de México, del 29 de marzo al 2 de abril.

“Son tiempos difíciles en el mundo y es momento de que la voz del poeta sea, aún más, un toque de trompeta para una mayor cordura, mayor conciencia y una visión alternativa y lúdica. Esta edición del festival corresponde a los retos del Antropoceno y a la forma en que, como poetas, pensadores y ciudadanos, navegamos a través de las dificultades de un mundo que está cada vez más a merced de la ‘mano del hombre’”, apuntó Anne Waldman, programadora de Poesía en Voz Alta.17 Palabras para el Antropoceno.

Los poetas y performanceros participantes emergen de una variedad de procedencias y tradiciones. Todos fueron seleccionados porque cada uno se expande continuamente y va más allá de las normas, hasta llegar a lo sublime, como escritores y como activistas.

En esta ocasión Mardonio Carballo programó la presencia de poetas en lenguas originarias, según se informa en la página web de la Casa del Lago.

Como parte de las actividades del encuentro habrá talleres, conferencias y un ciclo de cine con películas sobre la poesía, cuya selección proviene del festival fílmico Zebra, de Berlín.

El encuentro fílmico alemán es la primera plataforma internacional de cine poético y actualmente la más amplia, donde se proyectan cortometrajes que trabajan el poema escrito de manera visual, en términos de estética, de forma o de contenido. Para su participación en Poesía en Voz Alta.17, el director de ese festival, Thomas Wohlfahrt, hizo una selección especial que comentará en cada sesión.

Entre los cortos que se podrán apreciar se encuentran Bestiarium (Bestiario), con dirección de Eku Wand (Alemania); The Old Fools (Los tontos), de Ruth Lingford (Inglaterra); Budapest, de Julian Grey (Canadá); Foliated Layers (Folios), de Silvana Elena Franzetti (Argentina); 15th February (15 de febrero), de Tim Webb (Inglaterra); Love is the Law (El amor es la ley), de Eivind Tolås (Noruega), y After Grey Days (Después de los días grises), de Ralf Schmerberg, Alemania.

Entre los los talleres programados se encuentran: Escuchar, expresar, impartido por Eleni Sikelianos; Poesía en directo, con Dani Orviz, y Composición en la lengua: estructuras modales radicales, con Anne Waldman y Ambrose Bye.

 

Obsidiana, piedra de herencia y oficio prehispánico en Teotihuacán

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 27 Marzo 2017 Visto: 2952

obsidianaNotimex | La Jornada

Teotihuacán, Méx. La creatividad de su oficio la llevan en la sangre, lo que les permite a más de 300 familias de la “Ciudad de los dioses” trabajar la obsidiana, una piedra de herencia prehispánica, y convertirla en singulares piezas artesanales.
De padres a hijos y nietos se transmite esta labor. Lo mismo dueños de los talleres que empleados, mujeres y jóvenes dedican gran parte de sus días a labrar este vidrio volcánico, cuyas características -brillo, color y dureza- resaltan de otras.

Todos son talentosos y es un arte que, dice Ernesto Rojas, traen en “los genes” por herencia de quienes fundaron Teotihuacán, una ciudad prehispánica muy importante de Mesoamérica por su desarrollo cultural, artístico, religioso, político y social.

“Es una riqueza sumamente importante que no hemos dejado de explotar, desde aquellos tiempos y hasta hoy”, expone el integrante de la Cooperativa Artesanal de Santa María Coatlán.

Comenta a Notimex que este sitio arqueológico, localizado al noroeste de la Ciudad de México, fungió como un importante centro de abastecimiento de obsidiana porque no había metales y la ocupaban para elaborar instrumentos y armas, como navajas, cuchillos, flechas y espejos.

Desde entonces, indica, la roca volcánica ha sido base de la economía de muchas familias de los municipios cercanos en el Estado de México. “De ahí la relevancia de conservar esa tradición a través de tantas generaciones”, reitera el artesano.

Obras reconocidas

Luz Romero, directora de Fomento Artesanal de Teotihuacán, apunta que en el municipio hay todavía más de 300 familias dedicadas a esa labor artesanal y, por ello, cada año reconocen su talento al exhibir sus obras en la Feria Internacional de la Obsidiana.

En su edición 43, que se llevó a cabo del 17 al 21 de marzo, participaron más de 120 de creadores que usan este material y como invitados especiales estuvieron Ecuador y Cholula, Puebla, municipio que cuenta con la distinción de Pueblo Mágico.

Así, 62 artesanos, con 100 piezas compitieron este año para ser reconocidos por lograr la mejor creación hecha con obsidiana y otras piedras.

El brillo de sus obras lo mismo deslumbra en los alrededores de la “Ciudad de los dioses” que en los estados sureste del país, principalmente en aquellos que atraen más turismo, porque ahí es donde también las ponen a la venta, puntualiza Romero.

Para Alfonso Muñoz Cruz, quien heredó el taller de esa cooperativa de su abuelo y papá, el turismo moviliza gran parte de las artesanías teotihuacanas porque ha evolucionado de muchas formas.

“Los tiempos cambiaron. Antes, en los años 80, llegaban bastantes ciudadanos estadounidenses a comprar las piezas prehispánicas, pero en la década de los 90 y 2000 ocurrió algo diferente, porque nos visitaron europeos, españoles, italianos, franceses y alemanes”, ejemplificó.

Menciona que hoy en día son más turistas provenientes de Centroamérica, China y Rusia, quienes de manera especial piden ciertos objetos. “Ellos saben que en otros países es difícil encontrar esculturas elaboradas con piedras duras, como obsidiana, cuarzo, jade y venturina”, recalca.

Muñoz Cruz recuerda que de este taller salieron las piezas -calendario azteca, caballero jaguar y cargador del tiempo- que el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas, llevó a El Vaticano.

“Nos sentimos orgullosos por ser talladores de piedra y artesanos”, enfatiza, al tiempo que remarca: “por la calidad que tenemos no hay fronteras ni distinción a países; es nuestro trabajo y la herencia que nos dejó la cultura de Teotihuacán”.

Artesanías que enorgullecen

Solo basta con extraer mirar y tocar la piedra para hacer maravillas. En este lugar, que también alberga una gran galería (tienda), pueden apreciarse incontables figuras representativas de las culturas precolombinas de Mesoamérica -Olmeca, Teotihuacán, Zapoteca, Tolteca, Azteca y Maya-.

En sus exhibidores hay desde una canica de dos centímetros hasta piezas de dos o más metros de altura. Todas lucen en uno a la combinación de los colores de las piedras: negro, marrón, dorada y arcoíris.

El señor Ernesto Rojas explica que la obsidiana es un vidrio volcánico y rica en minerales, lo cual permite apreciarse en diferentes tonalidades que son transparentes, translúcidas, brillantes, reflejantes.

“Todo dependerá de la profundidad de donde se extraigan”, acotó el artesano, quien explica en las minas son más comunes encontrar las rocas color negro y marrón, pues hallar tonalidades claras es más complicado porque debe excavarse más.

Asevera que en los cerros de los alrededores de Teotihuacán todavía es posible extraer la obsidiana de algunas minas, aunque -comenta la funcionaria del ayuntamiento- otras personas optan por traerla de Hidalgo y Jalisco.

Pero después de tenerla en las manos, indica, lo primero es trabajarla y darle forma con un cincel. Es necesario pasarla por una piedra de diamante para acentuar los detalles y en seguida es pulida con bandas de algodón o lana, un proceso que se repite al hacer una pasta con su mismo polvo.

“La piedra es en sí misma brillante y, con esta técnica, puede obtenerse es propiedad natural. En realidad, la obsidiana no es muy cara, adquiere su valor por los días que le dedicamos a cada artesanía”, añade.

Hay figuras que demandan dos horas para su elaboración y otras que tardan meses desde la adquisición de la roca. Otras requieren mayor tiempo por la cantidad de pequeñas lajas que llevan incrustadas, como si de un rompecabezas se tratara.

 

Lo prehispánico como signo de identidad nacional

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 23 Marzo 2017 Visto: 2639

dentidad indiArqueología Mexicana
El avance de los conocimientos arqueológicos, que se consolidaría con la “profesionalización” e institucionalización creciente de la disciplina, en torno a las actividades del Museo Nacional, sobre todo luego de su reorganización en 1877, activaría el interés en el uso de lo prehispánico como signo de identidad nacional, oficialmente promovido por el Estado tanto al interior como al exterior del país. Y, hay que subrayarlo, no de lo prehispánico en general, sino, en específico, de lo relacionado con las culturas del altiplano, en un deliberado alarde centralizador. Quizá la prueba más contundente la ofrece el concurso, y el diseño consecuente, del pabellón mexicano para la Exposición Universal de París de 1889. Dos proyectos se presentaron a la contienda: uno de ellos, cuya ecléctica ornamentación privilegiaba mayoritariamente la presencia de lo maya, significativamente fue rechazado en favor del segundo, que traducía en términos metálicos (el material propio de la construcción moderna) la apariencia de un teocalli del altiplano. No por acaso, se le designó popularmente en París como el “Palacio azteca”. Siguiendo un elaborado plan iconográfico trazado por Antonio Peñafiel (autor de la propuesta, junto con el ingeniero Antonio M. Anza), Jesús Contreras se encargó de modelar y hacer fundir en bronce 12 grandes relieves con figuras de deidades y caudillos antiguos, en los que se resumía la trayectoria de esplendor y caída del poderío mexica.

Los dioses de la fertilidad y la abundancia, de las artes y del comercio (cuyos atributos tomó Contreras de fuentes del siglo XVI, como el Atlas de Durán y el Códice Florentino, aunque les dio una solución figurativa con base en formas rotundas y proporciones regularizadas al gusto occidental) le daban un tinte mítico e intemporal a los afanes modernizadores del régimen porfirista, que intentaba consolidar la imagen de México como una nación rica en recursos naturales, con una secular y bien asumida tradición histórica y un gobierno estable y fuerte, con el propósito de atraer las inversiones que el país requería.

Para entonces (1889), los asuntos prehispánicos ocupaban un lugar importante en la iconografía de la pintura académica. Desde 1869, las autoridades de la Academia establecieron un concurso para premiar los mejores cuadros de tema histórico nacional que se presentarían en la exposición que tendría lugar a finales de aquel año. Fue entonces que José Obregón remitió al concurso El descubrimiento del pulque, obra señera en la aclimatación de este género de antiguos relatos, oscilante entre lo legendario y lo histórico, que gradualmente se fue imponiendo. La escena representada tenía lugar en el palacio del rey de Tula, Tecpalcatzin, en el momento del mayor esplendor del “imperio” tolteca.

Se percibe en los años de la República restaurada, y durante los primeros tiempos del porfiriato, una predilección por evocar los logros culturales y artísticos de las antiguas culturas indígenas en su apogeo: Tula, con Tecpalcatzin o Quetzalcóatl, y Texcoco, con Nezahualcóyotl. Ya para entonces la conquista se presenta como un asunto de gran interés dramático, pero se prefiere destacar la actuación heroica de personajes como Xicoténcatl el Mozo y como Cuitláhuac. Es entonces cuando se representa más veces el episodio de la Noche Triste.

Tomado de Fausto Ramírez, “Emblemas y relatos del mundo prehispánico en el arte mexicano del siglo XIX”, Arqueología Mexicana núm. 100, pp. 54-61.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-arqueologia-e-identidad--AM100

 

Chuck Berry

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 23 Marzo 2017 Visto: 2632

huckberry himselfAlgarabía
La trascendencia de Chuck Berry la resumió John Lennon: «Si alguien quisiera darle al r&b otro nombre, podría llamarlo “Chuck Berry”».

Every time the bell would ring You’d catch me playing with my ding-a-ling.
En su juventud, Charles Edward Anderson Berry tocaba la guitarra como un mero pasatiempo; en 1952 conoció al pianista Johnny Johnson, con quien comenzó a tocar en un bar de St. Louis, Missouri. Tres años después, conoció a su ídolo Muddy Waters en Chicago, y éste fue quien lo recomendó en Chess Records para grabar el clásico «Maybellene», que se convirtió en un éxito en la radio y marcó el nacimiento de un nuevo género musical.

Con el tiempo, las canciones del «Primer Ministro del r&b » fueron interpretadas por Elvis Presley, The Beatles, The Rolling Stones, The Beach Boys, e incluso por David Bowie y Iron Maiden.
Sus letras, himnos a la rebeldía y la adolescencia, se caracterizan por ingeniosos juegos de palabras. Introdujo elementos emblemáticos del rock, como el ritmo de 4/4 y el solo de guitarra; destaca por sus habilidades con este instrumento y por su presencia en el escenario: su distintivo paso duck walk —recordemos la cinta Volver al futuro (1985), donde Marty McFly interpreta su éxito «Johnny B. Goode»— fue retomado por Angus Young de ac/dc.
Su personalidad y conducta también perfilaron a la estrella de rock: una vida marcada por escándalos sexuales y problemas con la ley.
De 1955 a 1958, a pesar de que estaba cerca de sus 30 años, escribió crónicas de la escuela secundaria y se conectó a esa música que bautizaron «rock and roll».
En 1972, Berry tuvo el mayor éxito de su carrera: «My Ding-a-Ling», una canción incluida en el álbum The London Chuck Berry Sessions, que aunque la grabó en un concierto en Coventry, Inglaterra, resultó novedosa por el doble sentido que empleó en la letra. Fue un hit que vendió millones, y en ella aparece el primer y único solo de pop.
—Ponte a prueba con las canciones que se han vuelto clásicos del rock—
Distintos problemas con la justicia de su país lo alejaron de los escenarios. En 1959, en el estado de Misisipi, una multitud lo obligó a abandonar el lugar durante su presentación acusando a Chuck de besar a una fan blanca; fue arrestado por perturbar la paz y tuvo que pagar una multa. En 1961 fue condenado a dos años de cárcel luego de que un jurado lo declarara culpable de haber tenido «propósitos inmorales» con una joven de 14 años, acusación que el pionero del rock negó rotundamente.
Mientras los problemas con la justicia continuaban azorándolo, poco a poco se fue retirando de la escena hasta desaparecer casi por completo.

En julio de 1979 actuó para el presidente Jimmy Carter en la Casa Blanca. Tres días más tarde, fue condenado a 120 días en prisión federal y cuatro años de libertad condicional por evasión de impuestos. A pesar de estos inconvenientes los temas de Chuck Berry tuvieron un alcance mayor hasta convertirse en clásicos; con letras centradas en la vida de los adolescentes de la época, sus canciones, con solos de guitarra y espectáculos en escena, influenciaron a gran parte de los músicos que surgieron durante la década de los 60 y 70.
Nunca ganó un Grammy en su mejor momento, pero la Recording Academy le dio un premio por su trayectoria en 1984.

El pasado 18 de octubre de 2016, a sus 90 años de edad, hizo el sorpresivo anuncio del lanzamiento de su nuevo álbum después de 38 años; titulado Chuck, tiene dedicatoria a su esposa, Themetta Berry, con quien vivió durante 68 años. Su familia apura el estreno de la obra póstuma de quien es considerado el padre del rock.

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