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Cultura y Espectaculos

Rosario Castellanos, la escritora que dio voz a los indígenas

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 25 Mayo 2017 Visto: 2793

chayoooHace 92 años, el 25 de mayo de 1925, nació en la Ciudad de México la gran escritora Rosario Castellanos, quien con su talento dio voz a quienes no la tenían: indígenas, mujeres y pobres

REDACCIÓN. EXCÉLSIOR

El próximo 7 de agosto, se cumplirán 43 años de la muerte de Rosario Castellanos, quien pereció en 1974, en Tel Aviv, Israel. Foto: INBA
CIUDAD DE MÉXICO.

Hace 92 años, el 25 de mayo de 1925, nació en la Ciudad de México la gran escritora Rosario Castellanos, quien con su talento dio voz a quienes no la tenían: indígenas, mujeres y pobres.

Tras graduarse, en 1950, como maestra de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México, inició su trayectoria en la literatura como poeta, pero su primer libro fue una novela: “Balún Canán” que junto con “Ciudad Real” y “Oficio de Tinieblas”, forman la trilogía indigenista más importante de la narrativa mexicana.

La hábil escritora reunió sus poemas en el compilado “Poesía no eres tú”, que salió a la luz en 1972.

Castellanos escribió con maestría prácticamente en todos los géneros literarios: poesía, ensayo, cuento, novela y teatro.

Para la poeta, narradora, ensayista y crítica literaria Dolores Castro Varela, quien entabló una amistad con Castellanos desde secundaria, la aportación de la escritora a la literatura mexicana fue que dio voz en medio del ruido ensordecedor a los indígenas, las mujeres y los pobres.

En su obra, se percibe una clara conciencia del problema que para ella significaba la doble condición de ser mujer y mexicana.

Lee más: Unas líneas para no olvidar jamás a Rosario Castellanos

Por la capacidad con que desempeñó las tareas docentes, administrativas e intelectuales, Castellanos fue una de las principales precursoras del movimiento de liberación femenina en México.

Para Castro Varela, la autora de “Ciudad Real” es la escritora más importante del siglo 20 en México y la primera mujer después de Sor Juana Inés de la Cruz que, por la importancia de su obra, ha sido reconocida en España y en otras regiones del mundo.

Mónica Mansour, poeta, narradora y ensayista argentina radicada en México desde 1954, considera que la principal aportación de Castellanos a la literatura mexicana es que su trabajo de poesía abrió caminos a las mujeres poetas, que, como ella, buscaban un lugar y un reconocimiento dentro de las letras mexicanas.

El próximo 7 de agosto, se cumplirán 43 años de la muerte de Rosario Castellanos, quien pereció en 1974, en Tel Aviv, Israel.

 

Presentará ITC libro Las Haciendas de Tlaxcala el 26 de mayo en Huamantla

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 25 Mayo 2017 Visto: 2667

HaciendasTlax 1 600x350Publicado por E. P. Armas. La Jornada de Oriente

El Instituto Tlaxcalteca de la Cultura (ITC) presentará el libro Las Haciendas de Tlaxcala, con la finalidad de mostrar una mirada más íntima de las fincas que existen en el estado y compartir con la población el acervo fotográfico y trabajo de investigación en torno a estos espacios emblemáticos del desarrollo económico, social y arquitectónico de la entidad.

El municipio de Huamantla será la sede de esta presentación que se realizará el 26 de mayo a las 17 horas, y contará con la participación y comentarios de Juan Carlos Ramos Mora, Nazario Sánchez Mastranzo, Juan Antonio Corichi Barceinas y Alan Cervantes Islas, como moderador.

El ITC invita a los tlaxcaltecas a conocer esta publicación que representa una oportunidad de acercarse a espacios que difícilmente abren sus puertas, como mobiliario, patios, bodegas y capillas que rememoran los tiempos del Virreinato y el Porfiriato en Tlaxcala.

El texto que forma parte de las ediciones que impulsa la dependencia estatal, permite continuar con los trabajos de investigación de las haciendas tlaxcaltecas como elementos históricos, culturales y turísticos que posee la entidad.

La investigación aborda la llegada de los españoles y la repartición de tierras, los usos del agua, la parte económica y arquitectónica, además de una breve semblanza de las haciendas más emblemáticas.

Esta publicación fortalece el sentido de identidad y apropiación de los espacios culturales que forman parte de la riqueza de Tlaxcala.

Es de recordar que las haciendas han formado parte de la historia de Tlaxcala, pues estos espacios tienen belleza arquitectónica, guardan múltiples episodios del pasado y hoy en día representan un referente turístico de la entidad.

 

Daniel Sastre, artesano tlaxcalteca

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 25 Mayo 2017 Visto: 3211

daniel sastre 2Edith López Sánchez. CORACYT
“Nací de una familia artesana, mi papá tejía sarape, labraba rosas y tejía ponchos, mi mamá cardaba e hilaba y teñía los colores pero de pequeño me llamó la atención con unos padrinos que tenían una velería, y me fui a vivir con ellos, me fui de 9 años y ahí estuve hasta los 18 años” platica Argimiro Irineo Daniel Sastré Tapia, artesano textil de gran trayectoria en el estado. Es en la feria de Puebla que conoce los trabajos del artesano Saturnino Peña López, el gobelino le atrajo y regresa a sus raíces.
Regresé a ser tejedor, me gustaron los colores, me gustaba la combinación de colores y con mis padres pues me llamaba la atención el colorido que le ponían a las flores a los ponchos y pues mire, resurgí nuevamente al tejido.
De 1962 al 65 Daniel Sastre y otros artesanos de Contla y Guadalupe Ixcotla se incorporan a la Escuela Técnica número 36, donde egresó con el nivel técnico. Nuevamente regresa a Tlaxcala, se acerca al muralista Desiderio Hernández Xochitiotzin quien además de enseñarle dibujo le acerca a su primer telar adquirido con el apoyo de su abuela Juana Durán Rodríguez.
Ella fue la que pagó mi telar pero antes me examinó, ya sabes tejer o nomás... ya sabe cómo eran antes las abuelitas pero me lo compró gracias a Dios y mi abuelito me lo fue acarrear de Contla para acá en sus mulitas que tenía.
Daniel Sastré no olvida sus inicios, el conocer al muralista Hernández Xochitiotzin, a sus maestro de quien aprendió el oficio José Callisares Cazais, Cándido Durán Rodríguez, Leonardo Sastre quienes le guiaron en el tejido. A la fecha 51 años de labor textil, de los cuales seguirá comentando en la siguiente emisión el maestro Sastre Tapia.

 

La Casa del Artista exhibe la colección “Lad Rura Gal Una”

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 25 Mayo 2017 Visto: 2684

lad rura gal unaEdith López Sánchez. CORACYT
Gabriela Morales Cruz, artista visual, egresada de la escuela nacional de artes plásticas, originaria de San Jerónimo Tlacochahuaya, Oaxaca, exhibe su colección “Lad Rura Gal Una” a partir del 19 de mayo y durante un mes.
El título hace referencia para designar a la parte orgánica del cuerpo que define a una mujer, entonces la traducción que se conoce de forma muy literal, muy textual es el lugar donde me hago mujer o el lugar donde me convierto en mujer, yo lo tomo más como una cuestión poética que como una ubicación en el cuerpo femenino.
Gabriela dice, que le gusta trabajar con el tema de lo erótico basado en la feminidad y la asociación a formas orgánicas ligadas al concepto de ser mujer.
La temática siempre ha sido básicamente la misma peros e ha ido transformando, entonces en el inicio sobre todo manejaba las formas más explicitas, el dibujo más explícito y poco a poco lo fui transformando con un trabajo más de color porque al principio era blanco y negro, era gráfica monocromática.
lenguaje del zapoteca es muy dulce, muy metafórico, genera muchas imágenes antes que una palabra, la riqueza de sus raíces provoca en Gabriela un reto al tocar este tema, busca incitar reacciones y un cambio alrededor del mismo en la comunidad, además de generar experiencias estéticas Gabriela tiene 7 años de trabajar en la gráfica y la pintura, cuenta con un espacio, un taller donde también se exhiben obras de otros artistas y le invita a visitar la muestra en Casa del Artista.

 

Inscripciones EMET

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 25 Mayo 2017 Visto: 2983

CULTURA EMET Edith López Sánchez. CORACYT

La Escuela de Música del Estado de Tlaxcala abre su proceso de inscripción al ciclo escolar 2017-2018 durante el mes de junio. La directora de la institución, Evelyn Groesch Mendizábal, invita a las personas interesadas.
A partir del primero de junio estará ya abierta la inscripción vía internet ahorita para el proceso de inscripción que tiene varias etapas, primero tenemos que pasar todos nuestros datos, ir a la escuela para que asignen un horario para las plásticas y los exámenes, posteriormente tenemos que asistir a estas pláticas y a los exámenes y ya después estaremos viendo resultados para podernos inscribir a la escuela de música.
Este proceso está enfocado para las personas que deseen asistir a la sede en el Centro de las Artes. En las sedes de Calpulalpan, Huamantla y Mazatecochco el proceso de abrirá el primero de agosto.
Serán los 2 niveles y aquí lo único que hay que hacer sino sabemos música entramos desde el inicio y si sabemos algo de música o si tocamos algún instrumento hay que solicitar un examen de ubicación para presentar un examen sobre todo de conocimientos y de instrumento para ver en qué nivel podemos ubicarlos realmente 2:09 Para mayor información pueden consultar las páginas web www.culturatlaxcala.com.mx ó www.cearttlax.com.mx o llamar al número telefónico 2414188960.

 

Leonora Carrington

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 25 Mayo 2017 Visto: 2970

leonora carrington Es un día cualquiera que Gabriel Weisz visita a su madre, quien vive sola en la que siempre fue su casa en la calle de Chihuahua. Ya rebasa los 85 años. Es más, casi 90. Ella acostumbra a sentarse en un pequeño banco de madera para mitigar el dolor de espalda. Busca el calor de la cocina. Sortea las cataratas. Sale de vez en vez a caminar. Borda y cocina. Toma té. Escucha noticias.

Es Leonora Carrington. La mujer en libertad. La surrealista en esplendor. La pintora, escultora, escenógrafa, escritora, incluso, actriz. La artista inglesa adoptada por México por 70 años. Leonora envuelta en el mito por hacer de lo onírico un modo de vida. Sabe, sin temerle, de la muerte. Y se prepara para ella con dignidad, asegura su hijo menor. Envejece bien, dice.

Y lo hace en su cocina. En esa mesa larga de madera donde recibe más a familiares y menos a admiradores. La misma donde limpia frijoles al tiempo que mira las transparencias de sus pinturas que el investigador Luis Carlos
Emerich le muestra para preparar una retrospectiva en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. Era 1994. Pocos, escasos amigos, tuvieron la fortuna de cruzar esa muralla que fue la cocina.

Desde ahí, con un humor rancio, que no hace más que ocultar sensibilidad humana, Leonora se pregunta, y se preocupa, por el mundo. Por México. “Le escribiré una carta al subcomandante Marcos para preguntarle por qué”, le adelanta a Emerich cuando se entera del movimiento zapatista en Chiapas. Era su angustia por el país convulso. Y ya, desde entonces, prevé un mal augurio para el que fue su segundo hogar.

No acostumbra dar explicaciones de su pintura. Tampoco está segura de que ésta se explique por sí sola, pero no es su interés: “Hay cosas que yo no puedo decir con palabras, pero quizá sí con cierta combinación de personajes y colores. Y mi persona, como personaje anecdótico, no siento que tenga alguna diferencia de la vida de cualquier otra mujer o de cualquier otro ser humano”.

Se sabe reconocida por otros, pero no se siente más importante: “No me considero una anécdota, creo que esta ha sido la vida que me tocó vivir y ahí está para vivirla como venga, como debe vivir su vida cada persona, a vivir como se pueda con todos los ideales, con todos los temores, los problemas, los amores y las saturaciones”.

Quizá esperaba la vejez desde joven. La muerte desde la niñez. Cerca de sus 60 años años escribe la Trompeta acústica, relato sobre la búsqueda del Santo Grial emprendida por la feminista inglesa de 92 años Marian Leatherby, que estaba en cautiverio en un castillo medieval español convertido en hospicio para ancianas. Y la mujer se pregunta: qué aprendí en tantos años.

Gabriel responde la pregunta de su madre con un resumen de noticias. Sabe que está retirada del mundo social, pero no de su mundo interno. Es reflexiva, más retraída, pensativa. Centrada su atención, en la última década de su vida, en la producción de esculturas con Isaac Masri. Años en los que encuentra otros significados a su vida en una suerte de preparación a la muerte. La que llegó el 25 de mayo de 2011.

NIÑA A GALOPE

Leonora escucha atenta a su abuela narrar historias fantasiosas. Las imagina. Las recrea. Reconstruye en su mente esos relatos de los dioses irlandeses que la mitología celta considera creadores de la tierra. Hombres que viven dentro de montañas. Montañas que convidan mundos de libertad.

Una y otra vez estas fábulas se insertan en el pensamiento ya inquieto de una niña curiosa, ávida de palpar la vida fuera de los muros de la mansión victoriana con reminiscencias del gótico inglés donde nació y creció. Si no, su abuela, su nana o su madre alimentan esas visiones internas. Y en ellas germinan la naturaleza, los animales y las deidades que Leonora, sujeta al corsé social de la aristocracia inglesa, dibuja en papel antes de aprender a leer y escribir.

Cuentos infantiles que le abren de un mundo mágico. La alquimia de su pensamiento. Y la hija de una familia adinerada de tradición inglesa, nacida en Clayton Green, en Lancashire, gusta de andar en el campo y platicar con los animales, y no cursar clases de refinamiento social para convertirse en una buena esposa. Las detesta.

Pero le es imposible escapar de esas ataduras. Y su primer encierro es en un convento en Florencia.

Se trata de una escuela donde educan a los hijos de familias aristócratas para actividades inútiles: buen comportamiento social, equitación, esgrima y más. La preparan para presentarla en la corte de George V. Poco tiempo permanece ahí. Su rebeldía infantil, tal vez, vence a las monjas. Entonces su padre la lleva a otro en París. Era, dice la propia Leonora, “prepararse para estar en venta al mejor postor”.

Una noche de 1935 lleva un vestido de gala. Tiene recién cumplidos 18 años y la alegría de sus padres por presentarla ante el rey es su desesperación por huir. Galopar libre como los caballos en sus dibujos de niña. En el baile porta, tal vez imaginaria, una cabeza de hiena. Una que, dice, ella misma mató para ocultarse de ese ambiente acartonado. De ataduras femeninas.

De camino a casa, Leonora se envalentona y confiesa a su padre: “Quiero dedicarme a la pintura”. Él responde: “La pintura es para homosexuales y drogadictos”. “No me importa”, arguye ella. Y así con la escueta conversación concluyen sus años de infancia. Las comodidades de un cuasi castillo, los mimos de la abuela, madre y nana. Y también, el encierro creativo.

Huye a la capital inglesa. Vive en un pequeño cuarto en un subterráneo. Cuando puede, come. Cuando puede, duerme. Pero todos los días dibuja en el taller de Jean de Botton, luego en el de Amadeo Ozenfant. Así, un año. Un año antes de conocer a Max Ernst. El hombre que en ese momento toda mujer esperaba. El hombre, al menos, que Leonora siempre había imaginado, y ahí estaba. Ella de 19 años y él de 46.

MADUREZ SURREAL

La madurez de Leonora vino en un pestañeo. De golpe. Poco antes de los 20 años ya vive en París con Max Ernst, surrealista alemán que le da la libertad añorada. Le compra una pequeña casa de campo al sur de Francia. En el pequeño poblado Saint Martin L´Ardeche. Además de dibujar, pintar y escribir al gusto, Leonora se dedica a sus huertos. A los animales. Sorprende a vecinos con su vitalidad.

Max la introduce no al surrealismo como corriente estética, sino a la vida onírica. Al pensamiento mágico. Y ahí, en la Francia vanguardista, conoce a Pablo Picasso, Salvador Dalí, Marcel Duchamp, Luis Buñuel. No colegas, amigos. Y con ellos llega la madurez creativa. Escribe la obra de teatro Penélope, el libro de cuentos La casa del miedo, la novela corta La dama oval, crea la pintura La comida de Lord Candlestick y el retrato de Max Ernst.

Poco dura la ensoñación con Max. En 1939, el pintor fue encarcelado tras la invasión de Francia por los alemanes durante la II Guerra Mundial. Y Leonora entra en crisis nerviosa. Ataques de paranoia. Soledad. Tristeza. Huir, huir otra vez. Su libertad es fugarse.

Leonora recuerda: “Al quedarme sola, sin que nadie me ayudase, lloré durante horas enteras en el pueblo mismo, más tarde subí a casa donde por espacio de 24 horas me provoqué fuertes vómitos con desperdicios de vino, esperando que con esto, mi tristeza sería menor ante estos espasmos tan violentos que me desgarraban el estómago, quería ante todo limpiarme”.

Y otra vez el encierro, ahora en una clínica siquiátrica en Bilbao. Muros blancos, voces extrañas y pesadillas tangibles se disparan con las inyecciones de calmantes que recibe como alimento de una locura que no es más que desesperación. Angustia por las muertes de la guerra, el abandono de Max. Huye con su amiga Chaterine hacia Barcelona, luego Madrid, y de ahí a México.

El pasaporte para México se lo dio el matrimonio con el escritor Renato Leduc. Un arreglo para escapar de la guerra. En 1942 arriba al país surrealista por antonomasia, dice André Breton. Su refugio. Y convierte su ansia en arte; plástica de un mundo mitológico de los cuentos celtas de su abuela. Su pintura tan característica de seres fantasiosos, escenas sugerentes, animales irreales. Producción que desarrolla, principalmente, entre la década de los 40 y los 70. Más de un centenar de obra. Su madurez estética.

En esa plástica hay ecos de Egipto y Mesopotamia, de alquimia, agnosticismo, escrituras y tarot, y experiencias de las prácticas tibetanas budistas de la literatura romántica y otras enseñanzas secretas. Leonora descubre su propio universo. Crea un lenguaje que habla de ella. De su interior. Del mundo paralelo en el que transita. Es un ir y venir de la magia de su pensamiento hacia su labor de madre de dos hijos y esposa del fotógrafo Emerico Chiqui Weisz, con quien se casó en 1946.

Bruja, le dicen. Maga, la señalan. Cierto, con medida. Es una alquimista curiosa siempre por experimentar. Lo hace con el color, con los materiales, con las formas. Y obtiene ensoñaciones pictóricas, máscaras de cemento y varilla, esculturas de metal, escenografías, telones de teatro, vestuario, cartas, cuentos y novelas. Incluso un mural sobre la cosmogonía del mundo maya hecho para el Museo Nacional de Antropología, su única obra con referentes mexicanos.

Bruja, un poco también, en la cocina. Ese rincón de su casa de la calle Chihuahua donde se refugió. Donde jugó con Remedios Varo a inventar un recetario aún inédito, donde ideó los ingredientes para crear un mole surrealista, donde bordaba y tejía, donde criticó y luchó por el sometimiento de la mujer. Una feminista recia, y a la vez madre devota y esposa hogareña.

La cocina, el rincón donde prepara su libertad. La del pensamiento. Donde recibe, pocas veces y no de tan buena gana, a reporteros e investigadores. Donde platica con sus amigos Kati y José Horna, y otras veces a las hermanas y galeristas Pecanins. Donde alimenta a sus hijos Pablo y Gabriel de cuentos oníricos. Donde lee novelas policiacas, y escribe relatos. Donde envejece. Muere.

Pintora... y actriz

“Fue maravilloso estar en cine, un de por sí milagro al tener a tanta gente importante ahí”, lanza sin titubear María Luisa La China Mendoza al recordar su participación en la película En este pueblo no hay ladrones, basada en un cuento de Gabriel García Márquez en el que interpretó a una prostituta junto con Leonora Carrington. Dos mujeres joviales que entretienen a los hombres de un pueblo a falta de billar.

Fue una producción de Isaac Alberto en 1965 que en sí misma resulta surrealista. En su reparto tuvo a Luis Buñuel, José Luis Cuevas y Carlos Monsiváis; además de Ernesto García Cabral, Gabriel García Márquez, Abel Quezada, Arturo Ripstein, Juan Rulfo y otros más.

“Hacíamos de mujeres que estaban en un café y, como se supone que llovía, a mí una joven me rociaba toda de agua antes de entrar a escena. Luego yo llegaba a casa toda empapada y muy enferma. A Leonora le tocó el llamado después, a mí fue al inicio. No nos encontramos mucho en el escenario”, contó La China entonces de 35 años; Carrington, de 45.

La colaboradora de Excélsior cuenta que a la pintora la conoció mucho antes de la película. En entrevistas periodísticas que le hacía, como pocos, en su casa. “Me recibía haciendo el arroz, porque era la cocinera de su casa, y daba de comer al mismo tiempo que bordaba y escribía y pintaba. Era una mujer maravillosa, de las pocas que no tenía un espejo enfrente”.

En la cinta, aparece Carrington con velo negro. Firme siempre en su andar: “Era muy buena. Recuerdo esta película como una experiencia hermosa, alegre”, apuntó la periodista sobre la película que se produjo al ganar un concurso del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica Mexicana.

Se filmó en tres semanas en Cuautla y en la Ciudad de México, y con un presupuesto modesto. En su estreno, no tuvo éxito, pero luego se convirtió en una joya del cine mexicano.

 

Arquitectura de la Parroquia de San Antonio de Padua (Calpulalpan)

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 22 Mayo 2017 Visto: 2987

18588861 1663693477030451 1547312579170996030 oSan-Antonio-Calpulalpan. Esta Parroquia actualmente conforma el conjunto arquitectónico del Convento Franciscano de San Juan y San Judas. La portada de la Parroquia tiene elementos de argamasa con molduras y rosas góticas que recorren el arco de la entrada; en esta fachada se contemplan las imágenes de los santos a los que está dedicada, además de chalchihuites; ostenta dos torres, una del siglo XVII y la otra del siglo XX, esta última con motivos de reminiscencias barrocas y columnas salomónicas. En el interior se observa la forma del recinto de cruz latina en el año de 1915 este edificio sufrió un incendio provocado por las fuerzas carrancistas que destruyó buena parte del techo, imágenes y retablo principal. Se conserva una pila de agua bendita con el cordón franciscano labrado, de manufactura indígena. Tiene un lienzo al temple ubicado en la sacristía con siete escenas protagonizadas por seis santos y Jesucristo.
http://visitatlaxcala.com/ruta-3-el-pulque-y-la-luciernaga

 

Los piratas

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 22 Mayo 2017 Visto: 2801

dfeeeafa80a8dc2f19054829586e11cfIgor Übelgott. Algarabía

Pata de palo, parche en el ojo, un garfio supliendo la ausencia de una mano mutilada y, en el hombro, un inseparable loro que, más que mascota, hace las veces de ayudante, amigo y confidente de este aventurero...
De piel tostada por el sol, semblante marchito y arrugado por la sal del Caribe, marcado con cicatrices que surcan su rostro y cuerpo como mudo recuerdo de las tropelías cometidas, largas barbas, una vestimenta decadente, aderezada con arracadas, pendientes y, ¿por qué no decirlo?, un potente tufo a escoria que precede su temible arribo.
«Que es mi barco mi tesoro; que es mi dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria, la mar.»
José de Espronceda, Canción del pirata
Ya sean corsarios, bucaneros, filibusteros o, simple y llanamente, piratas, ésta es la ineludible imagen que la literatura y el cine han construido en torno a estos perros del mar, que durante tres siglos infundieron terror en los océanos por su insaciable sed de aventuras, de ron y, sobre todo, del oro y la plata de las Américas.
Ladrón que roba a ladrón
Antes de internarnos en aguas profundas, es pertinente aclarar que, si bien la piratería —definida como «el robo violento cometido en altamar o en puerto»— ha sido una práctica común desde la Antigüedad, que floreció entre los siglos xvi y xviii en las costas del Océano Índico, el Pacífico Sur, la Europa Oriental y el norte de África, en nuestras latitudes la palabra pirata nos transporta de inmediato al Mar Caribe, que durante la colonia española fue ruta de tránsito de embarcaciones hispanas y portuguesas que transportaban, desde Veracruz y Panamá, abundantes cargamentos de plata, oro y otras riquezas —producto del saqueo y la explotación de las tierras americanas—, que conformaban un apetitoso botín para quien tuviera los arrestos suficientes para hacerse de él. Y quizá estén de acuerdo con que el recuento de estas fechorías caribeñas, es suficiente para colmar estas páginas.
La historia de esa «edad de oro» de la piratería inicia con la firma del Tratado de Tordesillas, a principios del siglo xvi, mediante el cual España y Portugal se repartieron el mundo con el aval del Papa. Las demás monarquías europeas no sopesaron la importancia de ese acuerdo, hasta que los descubrimientos de la primera mitad de ese siglo llevaron a la conquista de los imperios mexica e inca y del Potosí, que eran ricos en oro, plata y gemas, lo que se tradujo en un súbito enriquecimiento de la corona castellana. Esto no pasó desapercibido y despertó la codicia y envidia de las naciones rivales. El soberano francés Francisco i fue el primero en dar un manotazo sobre la mesa y emitir «patentes de corso»p1 De cursus —«carrera», en latín—. Era un documento que, apoyándose en el derecho de represalia, expedía una corona; bajo su amparo, algunos corsarios tenían la misión de atacar flotas o puertos enemigos. para atacar a los navíos cargados de riquezas del Nuevo Mundo. Así, el corsario francés Jean Fleury abrió el baile pirata al asaltar dos carabelas españolas repletas de tesoros, en el año 1523.
No todo pirata es tuerto
Tocando este puerto, es prudente aclarar las cuatro denominaciones principales dadas a las huestes del mar: piratas era el término usado en general para referirse a los bandidos del mar dedicados a atacar barcos o puertos para despojarlos de sus tesoros; corsarios, una modalidad de pirata que contaba con una patente de corso otorgada por alguna corona, cuyo objetivo era debilitar a una potencia enemiga al robar los bienes transportados o conservados en las costas; los rudos cazadores que se reunían en La Española eran llamados bucaneros, ya que ahumaban la carne en un instrumento llamado bucan; y, finalmente, los filibusteros, navegantes errantes que se reunían en La Española para comprar la carne que vendían los bucaneros.2 Todas las definiciones se extrajeron de la revista Historia y Vida, núm. 471.
La segunda mitad del siglo xvii contempló el esplendor de bucaneros y filibusteros como Henry Morgan, Jean David Nau, «El Olonés», o Laurens «Lorencillo» de Graaf, quienes resultaron invencibles en sedes como Tortuga, Barbados, Jamaica, La Española y las islas de Barlovento. Estos forajidos acuáticos preferían desplazarse en embarcaciones pequeñas y ligeras, armadas con diez o doce cañones, en las que podían dejar atrás con facilidad a las pesadas naves militares. Su táctica era simple: golpear, robar y huir; entre más fácil el asalto, mejor.
La «ley pirata» normaba la conducta que debía respetarse a bordo, la repartición del botín y las indemnizaciones por heridas de combate.
Cuando sus callosas y ajetreadas manos no se encontraban ocupadas en alguna tropelía, y dada la prohibición de llevar mujeres blancas a bordo,3 Que, contrariamente a lo que se cree, no obedecía a una superstición, sino a la llana y práctica razón de evitar que los bucaneros se mataran entre sí por una dama. los perros del mar daban rienda suelta a sus dos grandes pasiones: el juego y la bebida. Su afición a las cartas y a los dados era tan acusada, que muchas veces eran capaces de quedarse sin lo ganado en el asalto —y, literalmente, hasta sin camisa— al golpe de la suerte.
Y del alcohol, ¡ni hablar!, la fama de los piratas como aficionados al ron y casi a cualquier otra bebida «punzocortante» se refrendaba a diario.

Más de un capitán perdió el bigote porque en sus arcas se agotaba el ron. Por lo demás, la vida en una balandra pirata transcurría entre las labores propias del oficio del mar, que se cumplían y se hacían cumplir según el orden jerárquico —en el que incluso el capitán podía perder su lugar si así lo decidía la mayoría— y el severo código de honor y justicia pirata; y las esporádicas encaladas en tierra, en las que se abastecían los suministros —comida, municiones y agua potable, sin faltar barriles de ron—, se daba mantenimiento a la embarcación y, desde luego, se sofocaban todo tipo de ardores corporales... porque los piratas también tenían su corazoncito.
A finales del siglo xvii, se disolvió la cofradía de los Hermanos de la Costa y la fortificación de las colonias americanas provocó un declive del dominio bucanero. A pesar de su ferocidad, muchos piratas de esa era acabaron siendo «carne de horca» en manos de las autoridades antillanas. Un tercer brote de piratería, impulsado por el desempleo de los marinos de la Guerra de Sucesión Española, avivó el breve fulgor de figuras como Barbanegra, Oliver Labouche y Calico Jack. En 1801, la última ordenanza española para la regulación de la actividad corsaria dio cerrojazo oficial a la era de oro de la piratería caribeña, que, por otra parte, ya estaba casi extinta.
Los años venideros presenciarían la exaltación novelesca de la gran aventura pirata: La isla del tesoro, de Stevenson; El misterio de la jungla negra (1895), escrita por el italiano Emilio Salgari y protagonizada por Sandokan, «El Tigre de Malasia»; El capitán Blood (1922), de Rafael Sabatini; o Peter Pan (1911), de J. M. Barrie, y su némesis, el feroz capitán Garfio, se encargarían de dotar a los piratas de una personalidad barbárica y gruñona, pero simpática y pintoresca.
La legendaria odisea de los perros del mar culminaría con el abordaje a la pantalla grande, donde las caracterizaciones de Douglas Fairbanks, Errol Flynn, Tyrone Power, Burt Lancaster, Kabir Bedi, Geena Davis y —¿cómo omitirlos?— Johnny Depp, Orlando Bloom, Keira Knightley y Geoffrey Rush, han evitado que asociemos la piratería sólo con el mercado de las «copias apócrifas», que sangran de a poco las arcas de los nuevos imperios: las ricas corporaciones posmodernas... Piratas al fin y al cabo, ¿no?

¿Conoces a otros piratas famosos?
Encuentra este artículo en Algarabía 47.
Igor Übelgott es ejecutante de música antigua y se declara incapaz de pasar más de un día sin bañarse. No tolera la luz del sol, sufre de mareos hasta en el carrusel, se emborracha menos de una vez al año y no mata ni roba, ni siquiera el tiempo. Además, a su edad, sus más osadas aventuras incluyen siempre una cama blanda, electricidad y agua corriente; así que, para él, la vida de los piratas es algo que sólo disfrutaría en una tarde de cine... con su «tesorito» a un lado.

 

Diseños sobre la piel

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 22 Mayo 2017 Visto: 2681

piellMario Zaragoza Ramírez. Algarabía

Se dice que un artista —el que pinta, fotografía, escribe, dibuja, construye y hasta destruye— es aquel que expresa sus emociones y pensamientos a través de sus creaciones.

Por ende, la expresión del artífice está estrechamente ligada con su obra.
Parafraseando a Karl Marx, el virtuoso emancipa su ingenio cuando realiza sus trabajos sólo por gusto y libra, así, la reproducción que le resta originalidad. Eso mismo ocurre con los tatuadores, profesionales que dedican su vida a plasmar en la piel de otros, en una especie de armadura epidérmica, significados propios o ajenos.
El tatuaje se consigue a través de un método que consiste en introducir tintas o sustancias coloridas debajo de la superficie de la piel, para marcarla permanentemente.

La membrana es perforada hasta la dermis con un instrumento punzante: espinas, huesos, alfileres, agujas para coser o —en tiempos actuales— una máquina eléctrica que impulsa a gran velocidad agujas estériles previamente cargadas de tinta.
Cuando un diseño estético acoge al tatuaje, lo eleva hacia el arte, lo pone en el pedestal del ritual y, así, deviene en esencia indescriptible, escapa a los prejuicios discursivos y la simple imagen parece cobrar vida iluminando el cuerpo que la porta. Hoy todos pueden traer un tatuaje: intelectuales, estudiantes, empleados, amas de casa, jóvenes y adultos. Algunos los llevan por un significado íntimo, como una marca personal, por una promesa, como sublimación del deseo o por moda. El tatuaje representa una alternativa más para la expresión artística de quien no tiene como límite el papel y la pluma o el pincel y el lienzo.
Los orígenes
El tatuaje siempre ha brindado un sentido de pertenencia, como a los guerreros, sacerdotes, transgresores, marginados sociales o, simplemente, aquellos que desean sentirse a la vanguardia. Antiguamente, para algunas culturas, los dibujos en la piel significaban, entre otras cosas y principalmente, decoraciones para la batalla, como en el caso del estilo moko maorí de los grupos tribales de Nueva Zelanda, a quienes estos grabados les servían para identificar a cada persona y mostraban su posición social: entre más elaborado era el dibujo, mayor era el estatus; de ahí que los guerreros poseyeran los tatuajes más extraordinarios e intimidantes en su rostro.
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Los maoríes se tatuaban durante toda su vida en procesos dolorosos y lentos que iniciaban comúnmente a los ocho años de edad hasta que, en la mayoría de los casos, cubrían todo su cuerpo.
Sus diseños aún se conservan y constituyen lo que hoy conocemos como «tatuaje tribal».

Pero el ritual de tatuarse puede ser más antiguo que las tribus maoríes, pues recientes análisis a una momia egipcia mostraron que aproximadamente desde el año 2000 a.C. las personas se tatuaban. Los restos corresponden a la sacerdotisa Amunet y los diseños impresos en su piel son simples, con líneas y puntos que constatan el deseo de signar la dermis como testimonio decorativo que acercaba a la divinidad. Aunque esta costumbre puede ser más antigua, ya que en algunas páginas de Internet se atribuyen tatuajes, en la espalda y la rodilla, al fósil de un hombre cazador encontrado en un glaciar, que presumiblemente vivió en la era Neolítica.
Los tatuajes sirven como vestigios de formas de vida pasadas, ya que constituyen, desde tiempos inmemoriales, un ritual y motivo de expresión artística. Prueba de ello son los habitantes de las Islas Marquesas, para quienes tenían una carga simbólica importante. Las mujeres tatuaban en sus manos y orejas los más delicados y finos dibujos, mientras que en las zonas cercanas a sus genitales trazaban símbolos obscenos. En contraparte, los hombres se tatuaban todo el cuerpo, pues creían que los diseños en la piel los protegerían como una coraza.
Al morir, debían dejar en la tierra la piel pintada, que era retirada del cadáver y se conservaba como tributo.

Expresiva expresión
La palabra tatuaje o tattoo —en inglés— viene del francés tatouage, y éste, a su vez, del polinesio ta, que significa «golpear», y de la locución tau-tau, usada para denominar el choque de dos huesos, que probablemente esté ligada onomatopéyicamente al sonido obtenido cuando se tatuaba. Esta expresión fue difundida e interpretada por los exploradores de los mares del sur1 , capitaneados por James Cook, quien describía en sus diarios de viaje: «Machacan sus cuerpos pinchando la piel con los instrumentos pequeños hechos de hueso, que estampan o mezclan el humo de una tuerca aceitosa [...] En esta operación, que es llamada por los naturales tattaw, las hojas dejan una marca indeleble en la piel. Se realiza generalmente cuando tienen cerca de diez o doce años de edad y en diversas partes del cuerpo».
Los romanos tatuaban a los criminales y a los esclavos para señalarlos. También los japoneses: la primera vez, una línea en la frente; si reincidían, dos y si llegaban a tres, se formaba la palabra perro.inu
A finales del siglo xvii, los tatuajes de la Polinesia eran la sensación en Londres, aunque la estética era inexistente; de diseños planos y lineales, tenían el objetivo de marcar el cuerpo de alguien que lo mereciera, por lo que la nobleza lo veía con desagrado y sólo los marineros y personas con la peor reputación los usaban. Más tarde, en el Japón de 1700 —donde los tatuajes habían tenido un fundamento religioso— comenzó a emplearse el body-suit o tatuaje que cubría cada centímetro del cuerpo, desde el cuello hasta los tobillos —actualmente es un sello característico de algunas bandas niponas.
–Ella es la primera tatuadora de la historia—
Tatuarse está de moda
Esta visión se mantuvo durante el siglo xx, hasta que fenómenos sociales como el movimiento hippie de los años 60 y 70 —que elevó el tatuaje a la categoría de arte, se desprendió de los motivos marinos e implementó diseños coloridos— y la liberación femenina, le dieron al tatuaje una imagen de autonomía e individualidad.
Sin embargo, el tatuaje no se despojó de la noche a la mañana de su estigma social ni el riesgo de la transmisión de enfermedades se eliminó, así que muchos contrajeron vih o hepatitis C.
La apreciación de la mayoría seguía siendo desfavorable: el tatuado era excluido, y la labor del tatuador no se tomaba en cuenta o, lo que es lo mismo, no tenía el mismo reconocimiento que los pintores o escultores. Se trataba de un trabajo que podía desempeñar cualquiera; no era necesaria la creatividad, sólo se requería valor para tatuar a los demás y, por supuesto, a uno mismo. En las peores condiciones y bajo la presión del aventurado, no representaba un negocio.

Para muchos, un tatuaje es una muestra del deseo; un contacto directo con el alma, con el interior de la persona; una muestra del anhelo por expresar un momento específico; una relación entre el espacio, el tiempo y el Universo.
Conoce más sobre tatuajes, tatuados y el dolor involucrado en Algarabía 39.
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Mario Zaragoza Ramírez no está a favor ni en contra de los tatuajes, pero reconoce en ellos una posibilidad única de expresión. Dice que desde los 16 años quiere una marca trascendente que le ayude a ubicar la relación espacio-tiempo en el camino que ha recorrido. Tal vez un día de éstos encuentre lo que busca.

 

Elena Poniatowska llega a sus 85 años con "tristeza indignada"

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Categoría: Cultura y Espectaculos Creado: 22 Mayo 2017 Visto: 2594

ELENA IMG 1977Mónica Mateos Vega. La Jornada

Elena Poniatowska y la directora del Claustro de Sor Juana, Beatriz López Portillo, durante el festejo. Foto Guillermo Sologuren

La escritora Elena Poniatowska cumple mañana viernes 85 años y la celebración comenzó este jueves en la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), donde se le otorgó la Presea Sor Juana Inés de la Cruz.

La periodista y colaboradora de este diario, antes que nada, expresó su “tristeza indignada” por la situación que atraviesa en México el oficio al que ha dedicado toda su vida: “quiero recordar aquí a dos corresponsales de La Jornada: Javier Valdéz, asesinado hace unos días en Culiacán y Miroslava Breach, quien murió de igual manera hace más de un mes en Chihuahua. Aunque no los conocí son hermanos del alma y de oficio. Unos sicarios les quitaron la vida porque denunciaron a narcotraficantes. Estos asesinatos ponen al periodismo mexicano en estado de indefensión”.

Enseguida dijo que es “una gratificación muy estimulante recibir a los 85 años una presea que les ha sido entregada a Leonora Carrington, Teodoro González de León, Carmen Aristegui, los ex rectores de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente y José Narro, la editora Beatriz de Moura, Olga Sánchez Cordero, Estela de Carlotto, defensora de derechos humanos en Argentina, Carlos Slim, el antropólogo físico Arturo Romano Pacheco, el editor Jorge Herralde, Carlos Monsiváis, el ex rector de la Universidad del Claustro de Sor Juana Juan Manuel Silva Camarena y María Dolores Bravo, maestra de muchas generaciones.

“Pasar a formar parte de este grupo bajo la bóveda del Primero Sueño de Sor Juana es un honor que me compromete a seguir como lo hago desde los 21 años, cuando salí de un convento del Sagrado Corazón en el que me di muchos golpes de pecho porque a esa edad comete uno un rosario de espantosísimos pecados por intención, acción y omisión”.

Elena afirmó que la religión le concedió un alma, “no sé de qué color o tamaño, pero he vivido con esa presencia invisible y misteriosa casi 85 años. Quién más la cultivó fue mi madre, Paula Amor Poniatowska, una mujer que podía confundirse con un instrumento musical, una nube, una rama de nogal o un jardín porque era, en verdad, un jardín.

“Pienso que si alguna vez me abrieran la caja del pecho y me sacaran el alma encontrarían en ella pruebas de la inmensa generosidad de la vida y una fotito cuadrada tamaño pasaporte con el óvalo perfecto y los ojos tristes de mi madre”.

A propósito del libro Cronología del Progreso de Gabriel Zaid, que la escritora se encuentra leyendo estos días, la periodista comentó que “desde el rollo de papiro, las tablillas de cera, el pergamino, el lápiz de grafito, la pluma fuente, la impresión de la Biblia por Gutenberg, hasta la página Web a la que todos recurrimos, no hemos dejado de progresar pero no por eso somos mejores mujeres y hombres. “Somos hijos de lo que Zaid llama 'conciencia negativa del saber' ya que lo que le está sucediendo ahora a México está muy cerca de Frankenstein o el moderno Prometeo, la novela de Mary Shelley publicada en 1818. Escribe Zaid que 'en las nuevas versiones del mito, Prometeo no quiere liberar a los hombres: quiere someterlos, acumulando saber, poder y capital'.

“En nuestro país no son pocos los que venden su alma a las cadenas televisoras y a los nefastos partidos políticos. Goethe tendría mucho material de trabajo y su Fausto sería un cuento para niños al lado de nuestro diario acontecer político”.

Elena agradeció a Sor Juana Inés de la Cruz, “a su Claustro, gracias a su directora Carmen Beatriz López Portillo, a la maestra Sara Poot Herrera que ha sido diestra y generosa, y gracias a todos ustedes por no haberse ido con Mefistófeles y ofrecernos en este claustro que es un tesoro, su limpia cara libre de todos los pecados que nos han agobiado en este horrible sexenio”.

La Presea Sor Juana Inés de la Cruz es el máximo reconocimiento que otorga la Universidad del Claustro de Sor Juana a quienes han contribuido al desarrollo cultural, artístico y académico de México.
Durante la ceremonia, esa casa de estudios presentó también el tercer número de su revista Inundación Castálida, dedicado a la galardonada, en el que se incluyen dos artículos inéditos de la galardonada, así como textos de Octavio Paz, Carlos Fuentes, Margo Glantz, José Emilio Pacheco, Marta Lamas, Raquel Serur y Sara Poot Herrera, un texto de Sergio González Rodríguez y un cuento inédito de Enrique Serna.

La obra literaria de Elena Poniatowska ha sido distinguida con premios como el Cervantes en 2013, el Alfaguara de Novela en 2001, el Internacional de Novela Rómulo Gallegos en 2007, el Biblioteca Breve de Novela en 2011 y el Quijote de las Letras Españolas en 2013.

 

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