El observatorio de Chichén Itzá, al igual que otros similares, son una de las pruebas más contundentes del equilibrio que lograron las antiguas civilizaciones mesoamericanas entre la ciencia y la espiritualidad, señaló el arqueólogo yucateco, Alfredo Barrera Rubio.
Entrevistado después de presentar su nuevo libro En Busca de los Antiguos Mayas, el investigador expuso que a lo largo del continente americano se han detectado observatorios similares al de Chichén Itzá, lo cual habla de un conocimiento extendido y generalizado de la astronomía.
En el caso preciso de Chichén, su observatorio fue explorado a principios del siglo pasado por la Institución Carniege de Washington y desde entonces los datos confirman que se trató de un observatorio astronómico que fue fundamental para sustentar el modo de vida de sus habitantes.
“Desde la parte superior hay unas ventanas desde las cuales se pueden ver los equinoccios, las puestas de sol los solsticios, las posiciones de venus y otros astros, y la observación orientaba muchas de las decisiones y acciones que tomaba la clase gobernante”, precisó.
Comentó que se trata de una estructura redonda muy similar a las que existen en otras partes de Mesoamérica en donde también existen observatorios como el caso de Xochicalco, Monte Albán, Teotihuacán y en Yucatán también hay otro observatorio en la zona arqueológica de Mazapán.
“Este último muy similar al de Chichén Itzá y también se deduce que desde ahí se realizaron observaciones astronómicas para definir fechas de rituales sagrados y detalles trascendentes como el definir los ciclos de cultivo de especies fundamentales para el sustento”, precisó.
En definitiva, las condiciones astronómicas estaban ligadas a las actividades agrícolas porque las puestas del sol en el horizonte les marcaban a los antiguos las etapas del ciclo agrícola y de ahí la importancia que tenían los observatorios para los mayas.
Asimismo, continuó, los astrónomos eran vistos dentro de una connotación religiosa, eran una especie de intermediarios entre la ciencia y la espiritualidad que fundamentan la llamada visión cosmogónica de los mayas.
“Ellos (los mayas) tenían una visión muy distinta de la ciencia y la religión, mientras en la cultura occidental una no tiene nada que ver con la otra, para los antiguos pobladores de estas tierras la ciencia y la espiritualidad se complementaban”, subrayó.
Por su parte, el reconocido astrónomo yucateco Eddie Salazar Vega consideró que al margen de la observación de otros eventos, el observatorio de Chichén tenía como función fundamental observar y estudiar la trayectoria del planeta Venus.
“Se trata de un planeta con mucho brillo y de una observación relativamente sencilla para esa época, por lo que todo hace indicar que esa era una de las actividades con mayor relevancia en el observatorio”, precisó.
Aclaró que Venus, a pesar de ser un planeta de un tamaño similar al de la Tierra las condiciones son muy diferentes, pues su temperatura es de más de 460 grados y su atmósfera es por lo menos 90 veces más densa que la de la tierra.
“Eso hace imposible que la vida prospere en Venus, aunque no hay manera de establecer que los mayas supieran o no de esa situación, lo que sí es un hecho es que observaban constantemente a ese planeta”, comentó.
De hecho el académico consideró que el calendario del “Tzolkin” que tiene un ciclo de 260 días, muy probablemente esté basado en la observación de Venus, sin embargo, “esa es una apreciación personal”.
Manifestó que la realidad es que todavía hay mucho que descubrir del uso que daban los antiguos mayas a sus observatorios, sin embargo también es una realidad que desde hace muchos años, el Instituto Nacional de Antropología e Historia ha cerrado los accesos a estos sitios.
“Sería fabuloso que se volvieran abrir esos sitios para el desarrollo de nuevos estudios e investigaciones sobre los observatorios, pues hoy tienen un uso más lúdico y turístico, y creo que aún hay mucho que saber de lo que los antiguos mayas lograron conocer del movimiento de los planetas”, dijo.
Fuente: www.jornado.unam.mx