El poeta y narrador Andrés Neuman, nacido en Buenos Aires en 1977 y residente en Granada (España), reúne dos nuevos poemarios, No sé por qué y Patio de locos (Pre-Textos), en un solo libro, que acaba de publicar y que construye con la idea de que "no conviene idealizar la locura".
Neuman, que presentó hoy en Sevilla (sur de España) el que es su noveno libro de poesía, explicó que ha unido dos poemarios tan distintos en un solo volumen porque los poemas están pensados "a partir de la tensión entre dos mitades que se influyen, se diferencian y discuten entre sí", ya que No sé por qué agrupa poemas intimistas y Patio de locos composiciones menos líricas, a veces crudas y agresivas.
PREGUNTA: Un manicomio inspira la mitad de su libro...
RESPUESTA: Siempre me ha parecido exacto el adagio "cada loco con su tema", y propongo un desarrollo poético de esa idea, con humor y con dolor. Los poemas van construyendo un espacio donde nadie parece dueño de sus propias obsesiones. Ni siquiera los médicos, ni tampoco la voz que narra las escenas, que empieza a enloquecer mientras las cuenta.
P: ¿Cuál es el último patio de locos en el que ha estado?
R: Le agradezco que suponga que he logrado salir.
P: ¿Mientras más cuerdo, menos generoso?
R: La locura conviene no idealizarla ni mucho menos estetizarla. La locura tiende al egocentrismo, ya que es un mecanismo absorbente. Y eso termina generando soledad. La cordura es más generosa por puro sentido práctico, porque sabe que necesita al otro para sobrevivir.
P: ¿Tiene una definición de locura?
R: Una definición tajante, no. Tendría que estar loco para considerarme capaz de tanto. Quizá la locura se relacione con la imposibilidad de manejar las metáforas que nos vinculan con lo real. Por eso la poesía, incluida la más delirante, tiene efectos benéficos, brinda instrumentos para hacernos cargo de nuestras obsesiones, que siempre están al borde de gobernarnos.
P: ¿Admite acogerse a la tradición de la escatología?
R: Más que la escatología, me interesaba la dignidad de lo considerado feo, que para mí es una forma de ampliar la belleza. La belleza no es un objeto sino un estado de atención. No le veo sentido poético, por ejemplo, a escribir la enésima oda a unos pies blancos y suaves. Lo interesante sería fascinarse por sus callos y asperezas. Ahí hay un desafío de lenguaje y un acto de amor.
P: ¿Qué es más poético, un cuervo o un ruiseñor?
R: Desde que el maestro Keats lo coronó, el ruiseñor canta para la eternidad, es un pájaro que no muere. Por eso el cuervo me parece más feo y actualmente más fértil como material poético: es portavoz de lo imperfecto, su canto es limitado, sabe que morirá pronto.
P: Cuando valora la pornografía, ¿se trata de una confesión o una provocación?
R: Una confesión. La pornografía internauta ha incidido en nuestra sensibilidad sexual en la misma medida en que el cine modeló nuestro deseo durante casi un siglo. Lo interesante es cómo el porno casero ha ido refutando y desviando el relato oficial de la industria pornográfica, que ha tenido que redefinir su narrativa.
P: Se habla mucho de habilidades en el amor, pero para usted se trata de "un estado de torpeza".
R: Es que el amor que se construye como un idioma a lo largo del tiempo, no tiene nada que ver con la épica sino con el aprendizaje de las debilidades comunes, con compartir torpezas. Reducir las emociones a un catálogo de tópicos daña nuestra capacidad de sentir, que al fin y al cabo está influida por sus mecanismos de representación artística.
P: ¿Con el paso de los años se va sabiendo menos de todo?
R: O vamos sabiendo que no sabíamos. La duda es un motor. Por eso quien está demasiado seguro de que lo piensa, cae en una paradoja trágica: En ese mismo instante, deja de pensar.
P: Su libro está escrito entre Granada y Buenos Aires, ¿qué diferencia la crisis de aquí de la de allá?
R: Una diferencia importante entre Latinoamérica y Europa radica en la extensión de sus respectivas clases medias. Europa tendría bastante que aprender de Latinoamérica, si no fuese porque en general se limita a subestimarla políticamente o a colonizarla económicamente. Un latinoamericano da por sentado que su país puede irse al carajo en cualquier momento. Un europeo, en cambio, tiende a deprimirse frente a la crisis.
FUENTE: www.milenio.com.mx