El Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo inaugurará una exposición que cuenta la historia del muralista mexicano a partir de sus prendas originales
SONIA ÁVILA
Fotos: Mateo Reyes
CIUDAD DE MÉXICO.
Diego Rivera tenía pies grandes, piernas largas, vientre amplio y hombros caídos. Un hombre de desproporción física con requerimientos propios para vestir: zapatos de Rusia, pantalones y sacos de tela inglesa, camisas confeccionadas ex profeso a su talla, y cuando trabajaba sobre andamios, además de un sombrero y overol de mezclilla, usaba un paliacate rojo con decorados árabes.
Sus pantalones eran de talla y largo distintos. Los más pequeños eran de cuando en su estancia en Detroit, el muralista se sometió a un régimen alimenticio estricto. Pero años después recuperó volumen, y al final de su vida, el cáncer deterioró aún más su complexión física.
Son datos que se encuentran no en biografías formales, sino en la ropa original del muralista que por primera vez es sometida a un estudio físico e ideológico. Se trata de un análisis de los trajes sastres, camisas, sombreros, bastones, batas blancas, chamarras y overoles que se conservan en la colección del Museo Casa-Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, y sirven para adentrarse en la vida íntima del artista no desde la mirada de otros, sino desde la indumentaria que le dio personalidad.
La revisión, a cargo del curador Renato Camarillo Duque, se presenta en la exposición Diego Rivera. Genio, figura y silueta que se inaugura mañana en el recinto de San Ángel. Son, explica el especialista, textiles y objetos que hacen de documentos históricos, y a pesar del tiempo aún conservan huellas del uso. Manchas de pintura o sangre, restos de solventes, fisuras y enmiendas que dan pistas del desarrollo físico y personal del artista. Huellas que al cotejarse con documentos o fotografías, construyen una narrativa sobre quién fue más allá de su obra.
La indumentaria dice mucho. A veces lo tendremos en sus fachas de pintor, a veces delgado como cuando pintó los murales de Detroit que lo obligaron a ponerse en una dieta rigurosa, a veces lo vemos impecable vestido como lo vistió su última esposa. En cada etapa su cuerpo e indumentaria van diciendo cosas diferentes de él”, refirió Luis Rius, director del museo, donde se desplegarán 75 prendas además de fotografías, caricaturas, óleos, libros y audios para sumar 230 piezas expuestas.
Junto a fotografías donde el autor de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central se mira de apenas tres o cuatro años de edad, una vitrina muestra un pantalón bombacho negro de niño. Aunque es de la colección del museo, no se sabe con exactitud si perteneció a Rivera, pero sí es de la época y da cuenta de los usos y costumbres de la época. En contraste, otra vitrina contiene el chaleco sastre, el sombrero y bastón con que se le veía habitualmente en inauguraciones o ceremonias.
Hay videos y fotografías que nos permiten comparar la imagen con la ropa original, la talla de su pie, el diámetro de su cabeza, la talla de sus pantalones que varía en el tiempo y eso habla mucho más del personaje que un tratado o una obra”, apunta Camarillo Duque al precisar que los textiles tenían marcas del tiempo como polvo y manchas que se limpiaron en el Cencropam.
Aunque las autoridades impidieron que se exhibiera una colección de diez calzoncillos de Rivera y otros artefactos interiores, Camarillo Duque señala que la ropa montada en maniquí adentrará al espectador a una intimidad poco conocida. Por ejemplo, saber que usaba una suerte de liga para sostener los calcetines largos, o que modificaba el largo de sus pantalones de manera continua y el diámetro de su cabeza era particularmente grande para los sombreros de Guanajuato.
También quedará evidente que sus zapatos llevaban agujeta de piel y eran de origen estadunidense o ruso; igual usaba botines rellenos de borrega y algunas prendas como abrigos o chalecos que consiguió en su último viaje a Rusia.
Se suman fotografías, retratos al óleo y caricaturas de autores como Ernesto García El Chango Cabral, Miguel Covarrubias, José Luis Cuevas y Ángel Zamarripa que revelan una personalidad jocosa: “María Félix contaba que Diego decía muchas mentiras, abiertamente, que era imaginativo, que hacía referencias históricas que entrecruzaba, y hablaba de un personaje importante relacionado con otro, eso nos habla de un artista que influyó en la escena social y cultural, y entendemos que fue un gran parteaguas en la historia del arte de México”.
La colección de vestimenta estuvo guardada durante 30 años y ésta es la primera vez que se exhiben con la intención de observar detalles de confección que hablan de momentos específicos en la vida de Rivera como cuando debió subir el dobladillo de sus pantalones más de lo normal, lo que habla de que perdía estatura conforme envejecía y a la vez iba modificando su silueta.