CIUDAD DE MÉXICO.
Este texto de Virginia Bautista se publicó originalmente en marzo de 2014 en estas mismas páginas de Excélsior digital.
“Jaime Sabines es sin duda el último gran poeta popular que ha tenido México”, afirma el escritor Juan Domingo Argüelles. Y aclara que decir que es un poeta popular “no es descalificarlo en términos de calidad literaria”.
El antologador de la poesía mexicana explica que suele creerse equivocadamente que lo popular es malo y lo elitista es bueno. “En el caso de Sabines, lo popular fue un mérito producto de que consiguió que su poesía llegara a la conciencia y a la percepción de mucha gente que se sintió identificada con sus versos, que básicamente son una descarga de emoción”.
Es considerado el poeta más leído por los enamorados, el más recitado.
Con Jaime Sabines hay un culto: Claudio Isaac
De padre de origen libanés, el mayor Julio Sabines, y madre chiapaneca, doña Luz Gutiérrez, el autor de Los amorosos y Tarumba abarrotó como pocos los escenarios donde leyó su poesía ante jóvenes ávidos de oírlo.
“Pienso que Sabines, como dijo Octavio Paz, es un poeta de dos o tres cuerdas, que las supo tocar con enorme maestría. Y con esas tres cuerdas, la emoción, la pasión y el hondo sentimiento humano, logró que la gente se identificara con esas pasiones humanas.
“Esa es la maravilla de Sabines, que no pierde vigencia, no pierde lectores, continúa vivo y, además, es un autor que le habla a mucha gente; a diferencia de una poesía más intimista, menos expansiva, la suya consigue la atención de un vasto público que está acostumbrado a que la poesía tenga emoción”, agrega Argüelles.
El promotor de la lectura añade que, durante mucho tiempo, se ha querido oponer “absurdamente” la poesía de Paz a la de Sabines o al revés. “Decir que Paz es un mejor, más grande y más alto poeta que Sabines y que éste es popular porque era menos grandioso es un falso dilema que debe descartarse este año que se cumple el centenario del natalicio de Paz. Más allá de lo popular, Sabines es un gran poeta. Pocos pueden enorgullecerse de tener 20 o 30 poemas de los que nadie se olvida, y él es uno de ellos”.
Jaime Sabines: El primer amoroso
Juan Domingo piensa que el autor de Horal (1950) y Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973) no hizo escuela, porque tuvo la virtud de escribir y dejar algo irrepetible. “Es un poeta del desgarramiento. Lo que dejó es un tono o una manera que se podría denominar sabiniana, que tiene que ver con la forma de llamar las cosas por su nombre. No es tan fácil conseguir que la poesía sea sencilla y que además tenga esa profundidad de concepto y de emoción”.
Un rock star
Para el poeta Hernán Bravo Varela, la obra del Premio Xavier Villaurrutia 1973 fue una lectura asidua durante la adolescencia, “principalmente porque es la puerta de entrada no sólo para la poesía mexicana, sino para conocer la poesía relativamente contemporánea del país”.
Recuerda haber asistido a una de las últimas lecturas públicas que dio Sabines, en la Sala Nezahualcóyotl, en 1996, y que fue todo un suceso. “La mayoría de los ahí convocados tenían mi edad en ese entonces, 16 años. Todos reaccionamos en cierta medida y sin exageraciones como si estuviéramos ante un rock star y coreábamos los poemas, porque nos sabíamos varios de memoria.
“Desde el famoso y algo mediocre poema sobre la Luna, pasando por los extraños y vallejianos poemas de Tarumba y los que de alguna manera recuperan la herencia del Romancero español y la poesía de la Generación del 27 de sus primeros libros, hasta los magníficos poemas en prosa de Adán y Eva, que sigue siendo uno de mis libros favoritos”, dice.
Piensa que el legado del bardo chiapaneco fue precisamente esa “inusual conexión que tuvo con el público lector, con un público que está prácticamente perdido para la poesía en el México de hoy: los que la escuchan. Sabines cierra un capítulo de una historia sentimental de la poesía para ser oída por chicos y grandes y abre otro donde el texto leído termina siendo esencial”.
Jaime Sabines, el poeta que perteneció
a todos
Sin embargo, Bravo no ve la huella de Sabines visible en la poesía escrita por sus contemporáneos o gente más joven. “Es un autor del que fácilmente se tiene la tentación de huir ante su inmensa popularidad, que cada vez va siendo más relativa, pues se le tiene confinado al rincón o a la esquina de los lugares comunes, de donde hay que sacarlo.
“Lo que se pide para estos falsos lugares comunes es una lectura más problemática de Sabines, abandonar al poeta recitable, al poeta de una cantidad de recursos tendientes a la serenata amorosa y leerlo como uno de los autores centrales de nuestra tradición poética. Hay un verdadero laboratorio verbal y formal en los poemas en los que no hemos reparado”, indica.
La poesía, un accidente
La poeta Rocío Cerón cuenta que conoció a Sabines en la casa que lleva su nombre, a mediados de los 90. “Fue siempre muy amable, gran conversador. Trabajé un año en las actividades literarias de la casa y platiqué con él en varias ocasiones. Era muy atento y escuchaba a los jóvenes. Nos decía que la poesía estaba en la vida, en las cosas simples. Su poesía toca a la gente porque es profundamente epidérmica, por eso tiene tanta aceptación entre lectores de distintas generaciones”.
Asegura que su legado pervive porque, como él mismo decía, “la poesía ocurre como un accidente, un atropello, un enamoramiento, un crimen; ocurre diariamente, a solas, cuando el corazón del hombre se pone a pensar en la vida”.
Sabines, Premio Nacional de Ciencias y Artes 1983, vivió enfermo la última década de su vida, una fractura en la pierna izquierda lo obligó a someterse a 35 operaciones. No obstante, viajó para difundir su obra en Nueva York, Holanda, Canadá, Francia y España.