La Redacción. Algarabía
Era la tarde del 21 de agosto de 1911 cuando se dio a conocer un escándalo que consternó a todos los habitantes de París.
Era la tarde del 21 de agosto de 1911 cuando se dio a conocer un escándalo que consternó a todos los habitantes de París.
La noticia que se encontraba en primera plana del periódico vespertino era la siguiente: «¡La Gioconda, la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, la joya del Louvre, ha sido robada!». La noticia dejó a todos boquiabiertos.
«¡La Gioconda, la obra cumbre de Leonardo Da Vinci, ha sido robada del Louvre!»
Las distintas investigaciones realizadas por la policía parisina resultaron en sospechas hacia algunos poetas y artistas de la época, como Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso. Por fortuna, la recopilación de otras evidencias libró de todo cargo a los sospechosos y guió a la los investigadores al verdadero culpable. El ladronzuelo había sido un ex trabajador del mismo museo.
Se sospecharon de algunos poetas y artistas de la época, como Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso.
Vincenzo Peruggia, un carpintero y exempleado del Louvre, había sido convencido por un comerciante de arte argentino, llamado Eduardo Valfierno, para robar el cuadro de Leonardo DaVinci, y así obtener una buena cantidad de dinero con su venta y algunas reproducciones. El plan fue éste: al conocer un poco de la seguridad con la que contaban las obras, se encargó de llegar al museo a las 7 de la mañana, vestido con una gabardina blanca, como acostumbraba llevar el personal del museo, y descolgó el cuadro. Una vez en sus manos, retiró la tabla donde se encuentra plasmada la Gioconda y la escondió bajo su ropa, escapando del museo con el retrato dentro de una valija. La pintura fue localizada y recuperada casi tres años después. El ladrón fue identificado y capturado al tratar de vender la obra original al director de la Galleria degli Uffizi, Alfredo Geri. En su juicio, el criminal declaró que su propósito era regresar a la Gioconda a su verdadera patria.