Periódico La Jornada
¿Sigue siendo yoga o se trata más bien de arte? Cada vez más museos invitan a los yoguis a realizar esta práctica centenaria en sus salas de exposición. Meditar con Monet o hacer el saludo del sol ante Dalí se está convirtiendo en una tendencia en auge. Dirijan sus ojos a un punto, aconseja la profesora de yoga en un ejercicio de equilibrio, quizás hacia esta preciosa obra de arte.
Quien siga este consejo mirará un bloque largo amarillo en la pared, que se disuelve según cae. Debajo del mismo, Roberta Pröfrock realiza sus asanas, es decir, las distintas posturas corporales del yoga. Los participantes de esta peculiar clase no están en una sala de yoga al uso, sino en un museo.
Cada vez más galerías abren sus puertas actualmente no sólo para apasionados del arte, sino también para acoger a yoguis y yoguinis.
¿Son el yoga y los museos una buena combinación? Una docena de mujeres y un hombre no lo descartan, al menos esta tarde. Y para probarlo han ido a la galería de la ciudad de Sindelfingen, cerca de Stuttgart, en el sur de Alemania. Hasta el primero de marzo, el museo ofrecerá todos los jueves, en el contexto de una exposición, 90 minutos de yoga de manera gratuita. El propósito del yoga es liberar la cabeza, declara la curadora Madeleine Frey, promotora de esta idea. El arte debe también animar a tener otra mirada del mundo.
En la muestra, que tiene el título de Acción y Pintura, los sacos de boxeo y las cintas de correr se convierten en obras de arte. Por eso el yoga encaja bien, opina Frey: permite a los visitantes ser activos en forma deportiva. ¿Son entonces los yoguis una obra de arte en sí mismos? La iniciativa partió de mí como curadora, no de artistas, indica. Sin embargo, al practicar yoga se está en una exposición y al mismo tiempo se es parte de la misma. La galería cierra a las 18 horas y el curso de yoga comienza media hora antes, por lo que los visitantes pueden teóricamente contemplar a los yoguis.
Inspiración corporal, mental y espiritual
La galería de Sindelfingen no es el primer museo que aúna yoga y arte. El Museo de Historia de la Navegación, de Maguncia, ofrece también yoga en sus salas y el grupo Pop-up-Yoga, de Múnich, organiza clases en museos o galerías de la capital bávara. En Florida, el museo Salvador Dalí abre los domingos sus puertas a los yoguis. En la descripción de la actividad señalan: la inspiración corporal, mental y espiritual, en relación con las obras de Dalí.
Foto
Con esta imagen, la galería de la ciudad de Sindelfingen, en Alemania, invita a acudir todos los jueves a clases de yoga como parte de la exposición temporal Acción y Pintura. La profesora Roberta Pröfocj es la encargada de transformar el lugar en un estudio de yoga en medio de obras pictóricas. Empaca tu colchoneta y combina tu pasión atlética con la experiencia del arte, convoca el museo germano
Foto publicada por el museo en su página web
La Fundación Beyeler, en Basilea, Suiza, organizó el año pasado una mañana de meditación con motivo de la exposición sobre el impresionista Claude Monet. El yoga y Monet no tienen nada en común. Monet nunca pensó en absoluto en el yoga, comentó el curador Ulf Küster en una entrevista con el blog Artefakt. No obstante, él está seguro de una cosa: La meditación del yoga y el tema de la meditación en general encajan bien con Monet, porque a sus cuadros les precede un proceso meditativo.
También los expertos siguen de cerca esta tendencia. Existen numerosos proyectos que combinan el arte y el yoga, opina Jessica Fink, de la Asociación de Profesores de Yoga en Alemania. Las clases de yoga se extienden también a concesionarios o cafeterías. Sin embargo, es cuestionable si realmente se puede encontrar la tranquilidad interna si por el fondo pasean otros visitantes, afirma.
Para la profesora Pröfrock, el yoga en el museo de Sindelfingen encaja sin problemas: El yoga tiene muchas facetas. Lo mismo pasa con el arte, comenta. ¿Y los participantes? Para mí en realidad se trata más de interés por el yoga, dice Irini Konstantinidou. A veces se puede llevar el arte con uno mismo, añade esta mujer de 41 años que ha acudido acompañada de su hermana Claudia, de 35. Por otro lado, es atractivo poder experimentar el yoga de otra manera. Por su parte, el museo quiere atraer también a visitantes que no son en principio grandes amantes del arte, explica la curadora Frey. Así, antes del inicio de la clase habla sobre la exposición y explica sus intenciones. Entre los participantes hay numerosos yoguis experimentados, sin problema a la hora de acometer los intensos estiramientos o posturas.
Otros, en cambio, parecen más inseguros y se tambalean en los ejercicios de equilibrio. Y por ello encajan tan bien juntos el yoga y los museos, afirma la profesora de yoga: Si todos hicieran el mismo yoga, el mundo sería triste y aburrido. Y lo mismo pasa con el arte.