La Redacción. ALGARABÍA.
La necesidad de expresión escrita va de la mano de las primeras pinturas rupestres de la humanidad.
La historia del libro, por su parte, comenzó cuando la lectura se volvió algo accesible y portátil, y también cuando su función fue más allá de registrar posesiones, leyes y demás necesidades públicas de la palabra.
Si pudiéramos entender y describir a detalle cómo sucede ese proceso de «traducir» signos gráficos en objetos, ideas y conceptos en la mente
de quien lee, podríamos comprender la historia del pensamiento humano y por qué ha recurrido a tantas herramientas expresivas, para perpetuar la palabra más allá de la memoria colectiva.
A propósito de eso, antes de que la forma llegara a estar por encima de los contenidos y apareciera el primer «formato de libro», existían pergaminos, mamotretos, e incunables obras –milenarios intentos para la vulgarización de las letras–, que aquí retomaremos para conocer con mayor detalle:
Incunable. De acuerdo con el DRAE, esta palabra derivó del latín incunabula, ‘pañales’—que proviene a su vez del latín cuna—, es decir, «los pañales» de la imprenta.
Este adjetivo se refiere a las ediciones hechas desde la invención de los tipos móviles, en 1453, hasta principios del siglo XVI. Posiblemente haya sido Cornelius Beughem el primero en nombrarlos así, en 1688, en su Incunabula typographie.
Uno de los incunables más destacados es la Biblia de Gutenberg, escrita en latín a 42 líneas.
Mamotreto. Según el DRAE, esta palabra tiene un origen muy particular, cuyo significado puede relacionarse directamente con
su referente: «un objeto grande, estorboso y de poca utilidad.»
Mamotreto proviene del latín tardío mammothreptus, literalmente, ‘criado por su abuela’, y de ahí, «gordinflón, abultado», por la creencia popular de que las abuelas crían niños gordos. Por extensión, también se conoce así a los «libros o legajos muy abultados, principalmente cuando son irregulares
y deformes», y a los que además de poco interesantes, son difíciles de manipular.
Ya regala ese mamotreto de Introducción a la lingüística matemática, que nomás está haciendo bulto.
Palimpsesto. Del latín palimpsestus, compuesto por palin o palim, ‘otra vez, de nuevo’, y el indoeuropeo bhes, ‘frotar, raspar’, de ahí «grabado nuevamente».
Esta palabra se refiere al papiro, pergamino o vitela que, para ser reutilizados, se raspaban con el fin de borrar lo que antes se había escrito. Dicha práctica fue común durante el siglo VII, porque era más barato que preparar un nuevo sustrato.
Entre los palimpsestos griegos más destacados se encuentran el Codex nitriensis, y Elementos de geometría, de Euclides.
Pasquín. Proviene del italiano pasquino, nombre de una estatua
en Roma —la del Maestro Pasquino, un sastre jorobado del siglo
XV que tenía su taller cerca del lugar donde hoy posa la imagen, a quien se temía por la mordacidad de sus juicios—, en la cual solían fijarse libelos o escritos satíricos. En El Salvador, Nicaragua, Uruguay, Venezuela, Argentina y México, así se denomina a un diario o revista con artículos e ilustraciones de carácter sensacionalista y calumnioso, contra el gobierno, corporación o persona determinada.
Desde que empezó la lucha política, la ciudad entera amanece atiborrada de pasquines.
Plaquette. Galicismo adquirido
a partir de su uso por los poetas franceses del siglo XIX, se trata de una publicación cuya extensión no supera las 30 páginas impresas, que se usa principalmente para difundir obras literarias de corta extensión, tales como poemas o cuentos.
Leí el adelanto de la novela en una plaquette que me llegó por correo.
Fanzine. Del inglés americano fanzine y éste de fan y magazine, ‘entusiasta de las revistas’.
Según el DRAE, «revista de escasa tirada y distribución, hecha con pocos medios por aficionados a temas como el cómic, la ciencia ficción, el cine, etcétera.»
Este fanzine de maquillaje gore es la cosa más rara que he visto en la vida.
Mucho queda por decir de cómo las leyendas
orales fueron adaptadas a las ediciones impresas
y originaron, entre muchas otras cosas, los libros
para niños. De cómo los diarios suscitaron otro tipo de lectores y el oficio del periodismo, y también cómo la Enciclopedia sentó las bases del intelectual moderno. Si quieres enterarte de más consulta Algarabía 91.